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Reportaje:

La leyenda que nunca muere

Gilles Villeneuve sigue siendo un mito 25 años después de su fatal accidente en Zandvoort

Aunque hace ya 25 años del trágico accidente que le costó la vida en los entrenamientos del circuito de Zandvoort (Bélgica), nadie ha borrado de su memoria a Gilles Villeneuve. Fue un piloto mágico, un artista del volante, alguien capaz de recuperar el control de su coche cuando otros lo habrían dado ya por perdido, rapidísimo en la pista y dispuesto siempre a descubrir sus propios límites y los de su coche. Villeneuve da nombre al circuito que acogerá el domingo el Gran Premio de Canadá, en Montreal. Su recuerdo sigue vivo no sólo en su país natal, sino también en el corazón de miles de aficionados al automovilismo que le siguen rindiendo homenaje en Maranello, con un ramo de flores al pie de la efigie de bronce del piloto cerca de la entrada del circuito de Fiorano.

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Y, sin embargo, todo eso no es lo que cabría esperar de un piloto que nunca logró alzarse con la corona de campeón mundial de F-1 y que sólo logró seis victorias, 13 podios, dos pole positions y acabó el 57% de los 67 grandes premios que disputó entre 1977 y 1982. Desde este punto de vista, Villeneuve debería haber pasado absolutamente inadvertido. Pero no fue así. ¿Qué fue lo que le convirtió en una leyenda imborrable? "Cuando le comparé a Nuvolari, muchos me criticaron", afirmó en 1982 Enzo Ferrari, que le llevó a su escudería y le trató como a un hijo. "Con su generosidad, su garra y su capacidad para destrozar los piñones del cambio, los embragues y los frenos, nos enseñó a mejorar constantemente. Fue el campeón de la combatividad y dio aún más notoriedad a nuestro equipo, gracias a su magnanimidad y su audacia".

Fueron éstos los valores que marcaron su carrera. Los que le permitieron salir airoso de situaciones increíbles. En su historial hay algunos hechos irrepetibles: su duelo a muerte con Arnoux en Dijon en 1979; la carrera que le llevó al podio en Canadá, en 1981, sin alerón trasero; la vuelta que casi dio completa con una rueda colgando en Zandvoort en 1979 o la carrera que realizó en el Jarama en 1981, en la que, con un Ferrari inconducible en las curvas, supo mantener a raya hasta la victoria a Laffite, Watson, Reutemann y De Angelis.

Se le llamó el piloto aviador porque en 1977 su bólido voló por encima de las vallas protectoras hasta caer en una zona prohibida, causando dos muertos, tras un choque con el Tyrrell de Ronnie Peterson. Porque en pista mojada volaba de verdad. Sin embargo, su vida acabó marcada por dos o tres circunstancias que determinaron su trágico destino final. Desde que comenzó a competir en motos de nieve (a 160km/h, sin ninguna visibilidad), hasta que Enzo Ferrari le convirtió en su piloto favorito, Villeneuve no dejó de ir al límite. "Nunca pienso en lo que puede ocurrirme", comentaba. "Si guardas un margen de seguridad, nunca irás lo rápido que podrías ir y nunca serás un piloto de carreras". Por eso le costó aceptar las órdenes de equipo cuando Ferrari le mandó en 1979 que se dejara superar por Jody Scheckter para que éste pudiera levantar el trofeo de campeón mundial en Monza. A cambio, obtuvo la promesa de que él sería el próximo campeón.

Pero no le dieron un coche ganador hasta 1982. Entonces, un episodio en Imola hizo que se plantease dejar Ferrari. Dominaba la carrera por delante de Pironi, su compañero de equipo, cuando desde el box ordenaron a los dos pilotos que se relajaran. Él lo hizo, pero, en la última vuelta, Pironi le adelantó y ganó la carrera. Su enfado fue enorme. "Creí que tenía un amigo, pero fue un error", afirmó. "Ferrari puede comenzar a buscar otro piloto". La tensión subió hasta el Gran Premio de Bélgica.

"Aquí tengo un enemigo más: Pironi", comentó al llegar a Zolder. El 8 de mayo de 1982, se desesperó al quedar a una décima de Pironi en la cronometrada. Villeneuve no hizo caso de las órdenes para que regresara al box. Se lanzó a una nueva vuelta rápida. Pasó a 260Km/h por la curva Terlamenbocht y después colisionó con el March de Jochen Mass, que intentaba apartarse. Su Ferrari comenzó a volar tras perder el efecto suelo. Con 32 años, falleció a las 21,12 horas. Su hijo, Jacques, alcanzó el título mundial en 1997. Pero la gloria quedará siempre para otro Villeneuve, el padre, el mito, Gilles.

Villeneuve alza el trofeo de ganador del GP de Gran Bretaña del 79.
Villeneuve alza el trofeo de ganador del GP de Gran Bretaña del 79.EFE

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