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Reportaje:

Las filigranas de Lendoiro

El presidente del Deportivo está obligado a presentar hoy a sus accionistas las cuentas de una entidad que adeuda 146,23 millones

A las 22.30 horas del pasado 30 de diciembre, Augusto César Lendoiro caminaba nervioso por la sede del Deportivo, en la plaza de Pontevedra; como un animal acorralado. Le acompañaba su hijo Augusto, el responsable de las publicaciones del club. Con él comentaba lo ocurrido tres noches antes durante la celebración de la junta general ordinaria y extraordinaria. Por primera vez en los 18 años que llevaba de presidente, un grupo de accionistas le había puesto contra las cuerdas al cuestionar airadamente su modelo de gestión y la falta de transparencia. Incluso se tragó estoicamente algún insulto.

Fue la peor noche desde que Lendoiro se hizo cargo, en junio de 1988, de un equipo que llevaba varado en Segunda 20 años y que se descosía por una deuda que superaba los 500 millones de las desaparecidas pesetas. Las nueve jornadas que el Depor llevaba sin conocer la victoria traían a Riazor vientos de descenso, llevándose el recuerdo de una Liga, dos Copas, tres Supercopas y una semifinal de la Liga de Campeones. Una deuda reconocida de 146,23 millones de euros y las denuncias de ex jugadores y de otros clubes por impago auguraban tiempos duros. La Ley Concursal parecía la única salida para evitar la desaparición de un equipo con uno de los currículos más brillantes de la última década.

Nueve ex jugadores han denunciado al club, al que su rector dice que se le deben 118 millones

Al finalizar aquella tensa junta, un grupo de accionistas descontentos se unió en una Plataforma por un Depor Transparente y Permanente con el objetivo de reunir el 5% del capital social para obligar al club a convocar una nueva asamblea en la que se detallasen con claridad las cuentas. Reunieron el 8% y se celebra hoy. "El consejo tiene la obligación legal y moral de aclarar las cuentas porque, de no hacerlo, tendrá que asumir responsabilidades", comenta Manuel Pardo, la persona que ejerce de portavoz del referido colectivo. "Nos tiene que decir quién nos debe 118 millones de euros con fecha de vencimiento a finales de junio, a quién se han cedido ingresos futuros por valor de 80 millones, de dónde vienen los 24 millones en concepto de ingresos extraordinarios que se reflejaron en el balance e informarnos sobre las sociedades participadas por el club", añade Pardo; "es que, si es cierto que nos deben 118 millones, limpiábamos los problemas que tenemos en los juzgados e incluso podríamos fichar a un par de cracks". En los mentideros deportivistas nadie se traga que Lendoiro vaya a entrar en la letra pequeña de sus peculiares negociaciones. "Tiene la obligación legal de hacerlo y yo espero que lo haga", advierte Pardo.

Tras la convulsa junta de diciembre, Lendoiro aireó la necesidad de modificar los estatutos para suprimir la limitación del 1% en la tenencia de las acciones de la sociedad y permitir la entrada de grandes inversores. Esta propuesta también se discutirá en la asamblea, pero parece improbable que prospere porque ha de ser aprobada por el 25% del capital. "En diciembre se insistió con este mensaje y ahora el club pone trabas para que los socios deleguen en una persona para que retire sus acreditaciones. No lo entiendo, si se tiene la intención de reunir el 25% de títulos", se queja Pardo.

Han pasado seis meses y la situación es otra aunque Lendoiro continúe siendo el mismo. "En diciembre sí estaba preocupado, pero ahora le veo tan ilusionado como al principio", comenta uno de los seis hijos del presidente. "No sé a qué acuerdos ha llegado porque él nunca comenta nada, pero el mensaje es de total tranquilidad", añade. Sólo tres personas manejan el Depor: Augusto, César y Lendoiro.

Han pasado seis meses desde aquella noche de diciembre. Todo ha cambiado por la ley del fútbol, que se regula por una circunstancia tan aleatoria como un soplo de aire o la decisión de un árbitro. En aquella junta repicaban las campanas del descenso deportivo o administrativo por las deudas contraídas, algo impensable a día de hoy. La cita con los accionistas, en cierto modo, continúa siendo crucial, y eso que se trata del mismo ideólogo; el mismo que, por decisión del 25% de los accionistas del Depor en 1999, por la dedicación exclusiva a la entidad ha percibido casi seis millones de euros. Sus emolumentos han fortalecido a los disconformes con su gestión en unos tiempos de dieta presupuestaria.

Pero el decano de los presidentes del fútbol español respondió con una filigrana económica que firmaría el mismo Djalminha. En Madrid lleva un par de meses llamando a puertas que en A Coruña le cierran "sin explicación", según palabras del propio Lendoiro. Ha apalabrado con Mediapro 80 millones de euros por los derechos de televisión desde 2009 hasta 2013 y subasta al defensa Jorge Andrade al mejor postor, aunque no por menos de diez millones. Joaquín Caparrós, el técnico, se irá, como antes se fueron Arsenio, Fran, Irureta, Mauro Silva...

Seis meses han pasado. Ha embocado las dificultades económicas, ha solventado las nueve denuncias de ex futbolistas, entre ellos Fran, Mauro Silva, César y Amavisca, y cree que tiene futuro. Así es Augusto César Lendoiro.

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