Niños con balón
Las ansias por descubrir estrellas infantiles del fútbol está convirtiendo a muchos niños de países no europeos en víctimas de un tráfico ilegal por parte de los propios clubes y de los agentes intermediarios en el Viejo Continente, sobre todo en España. Lo más sangrante es que existe una clara normativa de la FIFA sobre protección de menores que prohíbe traspasos de jugadores con edades inferiores a 18 años. Sin embargo, el reglamento es burlado la mayoría de las veces con artimañas sin que las federaciones nacionales de fútbol hagan nada para impedirlo. El Parlamento Europeo ha advertido sobre la posibilidad de que este tipo de práctica, que empieza a ser muy frecuente en España, degenere en tráfico de niños.
Raya en la aberración que se hable de cifras de hasta cinco millones de euros por el fichaje de un pequeño futbolista. La prensa turca ha insinuado que ése es el precio que ha tasado el Besiktas si el Barcelona quiere hacerse con los servicios de un futuro genio del balón que apenas tiene 13 años. Naturalmente, los dirigentes azulgranas se han apresurado a desmentir esas cantidades, aunque han reconocido que están dispuestos a que el chaval juegue en su equipo a cambio de una ayuda a la familia y unos incentivos que abonarán al destacado club de Estambul. No queda claro cuál será al final la suma que pague.
Los agentes se pasean sin ningún pudor ofreciendo la mercancía infantil procedente de países no comunitarios, sobre todo africanos y latinoamericanos. Los clubes niegan cometer infracciones. A lo máximo acusan al rival de violar el reglamento de la FIFA y la legislación concerniente a permisos de residencia y laborales. Basta una trampa mediante la cual al padre o la madre se le encuentra un origen español y se le proporcione un empleo en el club para que el pequeño se enfunde la camiseta con la ilusión de convertirse pronto en un Maradona o Messi. Éste llegó a España recién cumplidos los 13 años. Muchos de estos chavales tienen su propio agente, un seudocontrato que carece evidentemente de validez jurídica y hasta a veces una cláusula de rescisión que viola las normas federativas internacionales.
Pero son pocos los que triunfan. Los más corren peligro de sentirse fracasados a una edad demasiado temprana. ¿Han reflexionado por un instante los dirigentes de los equipos sobre las consecuencias negativas que eso representa para estos niños? Los reglamentos del fútbol y la legislación migratoria deberían ser aplicados con más rigor que el actual. Bastaría una sanción contra alguno de esos conjuntos de campanillas para que los demás no les emularan.
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