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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Órdenes

EN UNA NUEVA compilación antológica de quien, sin duda, fue uno de los más grandes poetas del siglo XX, W. H. Auden (1907-1973), la titulada Los señores del límite. Selección de poemas y ensayos (1927-1973) (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), una edición bilingüe a cargo de Jordi Doce, nos encontramos, como se anuncia, textos de poesía y de prosa. Entre estos últimos, hay no pocos, en efecto, de naturaleza ensayística, lo cual es particularmente relevante porque las reflexiones de Auden tocan muchas cuestiones de todo tipo siempre con singular agudeza. En uno de ellos, 'Leer', Auden no sólo confronta al lector con lo que significa la crucial experiencia de la lectura: "Leer es traducir, pues la experiencia de dos personas nunca son idénticas. Un mal lector es como un mal traductor: interpreta de forma literal aquello que debería parafrasear y parafrasea aquello que debería interpretar de forma literal"; sino que él mismo se atreve a interpelar al que, en principio, debería ser tomado como el lector más cualificado, el crítico literario. Toda la literatura y el arte contemporáneos están llenos de ácidas y doloridas desautorizaciones de la crítica profesional por parte de creadores no siempre resentidos. Éste es, desde luego, el caso de Auden, que trata de comprender los límites de la función crítica más que entregarse a la ingeniosa o mordaz descalificación de los críticos.

En este sentido, se plantea Auden hasta media docena de servicios, que, a su juicio, puede rendir la crítica, tres de los cuales son aportaciones fruto de la erudición -informar, convencer y mostrar relaciones-, mientras que los tres restantes tienen que ver con la genuina perspicacia crítica: sugerir una lectura diferente que acreciente la comprensión de una obra, iluminar el proceso de "construcción" artística y, por último, arrojar luz sobre la relación entre el arte y la vida, la ciencia, la economía, la ética, la religión, etcétera. Aunque Auden valore obviamente más los últimos que los primeros, pues aquéllos son más raros que éstos, los cuales están al alcance de cualquier persona aplicada, es interesante que afirme que lo único que de manera terminante él no le tolera a un crítico es que le diga lo que "debería" aprobar o condenar; o sea: que le dé órdenes, entre otras cosas, porque nadie las puede dar sino en nombre de cualquier orden establecido, frente al cual un creador genuino ha de intentar abrir una brecha, con lo que le resultarán inútiles.

De todas formas, aunque muchos de los profesionales de la crítica actuales reduzcan su función a esta práctica ordenancista, que les viene dictada por la floreciente industria cultural, yo creo que donde Auden pone el dedo en la llaga es cuando reclama del crítico que guarde silencio sobre las obras que juzga malas, "al tiempo que promueve con vigor aquellas que juzga buenas, especialmente si han sido ignoradas o infravaloradas por los lectores". Pero ¡qué difícil es generar apasionadamente atención sobre lo poco o mal conocido, cuando se tiene al alcance de la mano comportarse como agente de la autoridad, aunque sea de manera vicaria!

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