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Reportaje:Fútbol | La polémica de la altitud

"Es como jugar con doce"

Julián Álvarez, ex jefe médico del CAR de Sierra Nevada, afirma que la prohibición de la FIFA privará a los países andinos de una gran ventaja fisiológica

Carlos Arribas

Como bien saben los montañeros, cuanto a más altura sobre el nivel del mar se encuentra una persona, más le cuesta respirar. La presión barométrica es menor y el oxígeno penetra con menor fuerza en el organismo. Por eso se habla de ambiente pobre en oxígeno.

Como bien saben los deportistas que han tenido que disputar competiciones en altitud moderada -hasta 2.500 metros- o alta, y como bien relataba, por ejemplo, Eddy Merckx de cuando batió el récord de la hora en el velódromo de Ciudad de México (2.400 metros), el déficit de oxígeno es un hándicap tremendo que limita el rendimiento entre un 10 y un 30%, dependiendo de la altitud.

Para paliarlo, el cuerpo humano, que tiene una gran capacidad de adaptación a todas las circunstancias, se transforma: crece la capacidad de la sangre para transportar oxígeno mediante el aumento de hematocrito, hemoglobina y volumen plasmático.

"El rendimiento de un deportista no adaptado a la altura disminuye en un 30% a 2.500 metros"

"Para el deportista que no se haya adaptado a la altura, competir a más de 2.000 metros frente a rivales habituados es una gran desventaja", explica Julián Álvarez, quien actualmente es el médico del Alicante Club de Fútbol, que jugará la fase de ascenso a Segunda, y antes fue jefe de los servicios médicos del Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada, instalaciones situadas a 2.300 metros. "En altitudes moderadas o fuertes, para recuperar sus características habituales de velocidad, potencia y resistencia, que son la base del fútbol, el deportista necesita entre una y dos semanas de adaptación".

Antes de los Juegos Olímpicos de México 68, en los que las marcas en las disciplinas de velocidad y saltos se vieron favorecidas por la menor resistencia del aire y las de fondo, perjudicadas por el enrarecimiento del aire, la mayoría de las grandes potencias organizaron concentraciones meses antes para adaptarse paulatinamente a las condiciones. Pero en el caso de las competiciones de fútbol de Latinoamérica, especialmente la Copa Libertadores de clubes y la fase de clasificación para el Mundial de selecciones, dada la saturación de los calendarios es impensable organizar concentraciones previas o estadías de dos semanas en la ciudad donde se juegan los partidos. Allí, los países andinos juegan con ventaja. Y México también: curiosamente, la FIFA quiere fijar el límite en 2.500 metros, con lo que, mientras se eliminan La Paz (3.650 metros), Cusco (3.400) o Quito (2.800 metros), la capital mexicana podrá seguir acogiendo partidos internacionales pese a su elevada altitud.

"Es como jugar con 12 futbolistas, los 11 más la altura, que juega a su favor", dice Álvarez. "Además, aparte de que el VO2max [parámetro que mide su capacidad de transportar oxígeno, su resistencia] del futbolista no adaptado es hasta un 70% del habituado, los visitantes padecen la posibilidad de sufrir mal de altura, una serie de síntomas como vómitos, mareos, hiperventilación, dolor de cabeza, con los que el cuerpo se defiende de la altitud".

Y tales perjuicios no son de ida y vuelta; jugar a nivel del mar no supone ninguna desventaja para el organismo habituado a la altura. En todo caso, los futbolistas altos contarán con la ventaja añadida de contar con más hematocrito y hemoglobina que sus rivales. A menos que éstos se hayan entrenado en altitud, claro.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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