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Elecciones 27M
Columna
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¿Qué dicen los que callan?

Han pasado por fin las elecciones, es decir, se ha apagado la música insufrible que todos los partidos nos obligan a oír como si se tratase de una penitencia cada cuatro años (algún día las campañas electorales serán silenciosas y limpias, quiero ser optimista y pensar que el futuro nos depara silencio, limpieza y elecciones). Los polideportivos, los teatros y los salones de actos recobran sus usos habituales y las promesas quedan en el aire, donde irán poco a poco diluyéndose o volatilizándose. Es el orden natural de las cosas: primero se promete y después la promesa es olvidada o quizás transformada -lo mismo que una nube que cambiase de forma en el aire- en otra cosa, otra promesa que también, a su vez, sufrirá alguna nueva mutación imprevista.

Ahora, después de las promesas y la música horrísona, llegarán (ya han llegado) los análisis. Las urnas han hablado. No hay quien se salte el tópico estos días. Se trata de saber lo que quieren decirnos las urnas. Hace falta, por tanto, conocer el idioma secreto de las urnas. Es el momento de los intelectuales de la aldea (los que pintó Ramón de Zubiaurre, convertidos al cabo del tiempo en sesudos analistas políticos) y no habrá más remedio que escucharles. Ha llegado su hora. Nos dirán lo que dicen las urnas, es decir, nos hablarán sobre lo que hemos dicho. Nos contarán la historia que les hemos contado. Poco o nada dirán, sin embargo, sobre los que han callado en la última consulta electoral. Como si la abstención fuese un asunto totalmente inefable.

¿Qué dicen los que callan? Dicen (lo aseguran algunos con gran convencimiento) que la abstención es de derechas. No parece sencillo probarlo. La abstención es terreno pantanoso o, mejor dicho, terreno sumergido. La abstención es un gran iceberg que podría (no sé, digo podría) hundir la democracia. Es algo preocupante. ¿Qué dicen los que callan? A derecha e izquierda se agitan los fantasmas (bien reales) de la abstención. La derecha asegura que los votantes de la izquierda viven en permanente movilización y votan como un sólo hombre o una sola mujer. La derecha, por este motivo, anima a sus votantes a no quedarse en casa y les recuerda que de ellos depende que no gane la izquierda. La izquierda, por su parte, mantiene que la derecha lucha por cada voto con uñas y dientes y que de ellos, de los poco fiables votantes de la izquierda, depende que no gane la derecha. También se dice, a derecha e izquierda, que los nacionalistas vascos votan con disciplina y fe ignacianas, que hasta los moribundos votan antes de que les den la extrema unción. Son cosas que se dicen, que se piensan, pero que finalmente no son demostrables.

¿Los votantes de derechas son más vagos o menos entusiastas que los de derechas o los nacionalistas (de derechas o izquierdas)? ¿Los votantes de izquierdas se desaniman antes que los de derechas y tiran la toalla al primer tropiezo? ¿Quiénes perdonan menos las falsas promesas, las personas de izquierdas o las de derechas? ¿Qué sucede para que alguien, de derechas o izquierdas o nacionalista (de derechas o izquierdas) decida no votar? Optar por la abstención es, de algún modo, borrarse, desapuntarse de la democracia.

Es una cuestión grave este desinterés por los asuntos públicos. Quien calla otorga, dicen. Pero en el caso electoral se diría que quien calla, quien se abstiene, lo que nos da a entender es que su vida privada, su biografía íntima es lo único que le importa. Más allá de la república independiente de nuestro domicilio (parafraseando la publicidad de una tienda de muebles) estaría el desierto, el infierno de la cosa pública y sus olvidadizos, mediocres o corruptos gestores. ¿Lo de todos resulta menos nuestro? Lo de todos, aquello que debía ser más nuestro, se convierte en ajeno, en el jardín privado de la clase política. Hablamos, desde luego, de apariencias. No podemos saber qué dicen los que callan.

Podemos intuirlo o sospecharlo. Podemos vislumbrar la insolidaridad, pero también el desencanto, el cansancio y la desconfianza de muchos ciudadanos que renuncian al derecho fundamental al voto. Es lamentable que alguien pueda ganar unas elecciones no gracias a la fuerza de los votos, sino por el designio estúpido de la abstención. Creo que los políticos deberían pensar con seriedad, por su propio interés y el de todos, qué nos quieren decir los que callan.

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