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Elecciones 27M
Columna
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El efecto Camps

Al igual que ha sucedido en el resto de la Comunidad Valenciana, también el efecto Camps se ha demostrado imbatible en la provincia de Alicante. A la vista de los datos electorales, la afligida perplejidad que los socialistas muestran a estas horas tiene plena justificación. El Partido Popular no sólo arrasa en las elecciones a la presidencia de la Generalidad, sino que obtiene un elevado número de alcaldías alicantinas, muy superior al que se podía esperar. Feudos históricos del socialismo, considerados inexpugnables, se han venido abajo con una facilidad asombrosa. La insistencia de Francisco Camps en predicar unos pocos temas de apariencia muy simple -pero altamente efectivos, como se ha demostrado- ha tenido consecuencias devastadoras para los socialistas y, en general, para la izquierda. La ausencia de propuestas claras y convincentes por parte del PSPV -¿recuerda alguna el lector? Haga memoria- habría contribuido al resultado.

Ni la corrupción ni la división del PP parece que hayan tenido consecuencias en la provincia de Alicante

Cuando se trata de elecciones municipales, suele afirmarse que la proximidad de los candidatos y de los problemas locales se impone a las cuestiones de carácter general. No parece que haya sido así en esta ocasión. Aunque es difícil extraer un denominador común, dada la diversidad de situaciones que se presentan, es perceptible la existencia de una fuerza que ha inclinado a los votantes hacia el partido de Francisco Camps. Sea por convicción o por efecto contagio, el voto al Partido Popular se ha multiplicado en la provincia de Alicante. Esto ha sucedido así incluso en aquellos lugares donde la tradición socialista no lo permitía imaginar. Baste decir que, salvo en Denia y Elche -y aquí sólo por unos centenares de votos-, todas las ciudades de más de 20.000 habitantes se han inclinado por Francisco Camps.

Ni la corrupción ni la división del Partido Popular parece que hayan tenido consecuencias en la provincia de Alicante. Si en algún caso ha sucedido tal cosa, el efecto Camps ha compensado con holgura los inconvenientes. El empeño de los socialistas por airear estos temas no ha producido el menor resultado en el momento de votar. ¿Podemos continuar afirmando que Francisco Camps es rehén de Hernández Mateo o de Luis Díaz Alperi? A estas alturas, no parece que tal cosa sea posible. La percepción mayoritaria de los electores es que la presencia de estas personas no supone ningún lastre para el Gobierno de Camps ni, mucho menos, para el de sus municipios. Los sociólogos interesados en desvelar misterios de esta clase tienen ante sí un atractivo y arduo trabajo.

La pugna electoral en Alicante se decidió a última hora y por unos miles de votos. El esfuerzo de Etelvina Andréu fue realmente notable pero, sin restarle mérito, es evidente que no logró motivar al electorado como precisaba. Quizá le faltara a la candidata exponer esa idea de ciudad que atrae al votante por encima de las ideologías y actúa como un imán. Sin poesía y frente al pragmatismo de Díaz Alperi, arropado por el Partido Popular, sus posibilidades eran limitadas. La intransigente arrogancia de Izquierda Unida, que renunció a aliarse con el Bloc, acabó por privar a Alicante de un gobierno municipal de izquierdas. Hay que tener cuidado con los puristas.

Al poco de revalidar por quinta vez consecutiva la mayoría absoluta como alcalde de Torrevieja, Pedro Ángel Hernández Mateo ofrendó la victoria a la patrona de la población, a la que entregó su vara de mando. Es probable que a partir de ahora veamos prodigarse los gestos de religiosidad.

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