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Elecciones 27M
Columna
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El fracaso no es sólo (aunque también) de Ignasi Pla

El cielo se ha desplomado sobre la cabeza de los socialistas y ellos siguen sin saber por qué. La mayoría de ellos, prácticamente todos, aún se preguntan qué más tiene que ocurrir para que un partido sumido en la división, con notables cargos públicos implicados en casos de corrupción, con un accidente como el del metro de Valencia con 43 muertos, que ha practicado el sectarismo informativo hasta la náusea pierda unas elecciones. Como se preguntaba recientemente un lector en estás páginas: ¿Qué más tiene que ocurrir para que los votantes del PP dejen de apoyarle? Es una buena pregunta: ¿Qué ha pasado? Un análisis simplista y nominal, tan habitual por estos pagos, concluiría cargándole el muerto a Joan Ignasi Pla y a Glòria Marcos por su incapacidad manifiesta de alcanzar las metas ensoñadas por sus respectivas clientelas condenadas a vagar por el desierto institucional durante otros cuatro años como mínimo. En el mismo saco podrían acompañarles los miembros de las direcciones regionales, comarcales, locales, ex alcaldes, asesores, etc., etc..... En realidad todos, con algunas notables y singularísimas excepciones -casi se pueden contar con los dedos de las manos-, han fracasado. La cuestión, sin embargo, es que la debacle, el terremoto, el hundimiento, llámenle como quieran no es exclusivo de la Comunidad Valenciana. La pérdida del Ayuntamiento de Torrent por los socialistas no es un hecho aislado. Exactamente lo mismo ha ocurrido en Alcobendas, Madrid, una población similar y con una trayectoria política idéntica.

La sociedad valenciana ha cambiado en los últimos tiempos pero estas variaciones no han sido detectadas, ni mucho menos analizadas por la dirección del PSPV-PSOE

¿Qué ha pasado?

El pasado 11 de mayo, en estas mismas páginas, el profesor Joaquín Azagra escribía: "Lo que en el fondo está generando esa deriva conservadora es la inseguridad frente el mundo que se apunta. Lo advierten [las capas sociales] en la exigencia de competir cada vez más, de estar en permanente formación, en que sus hijos se planten en los 40 sin lograr un trabajo estable y mucho menos de calidad; incluso en la perplejidad que origina la creciente multiculturalidad. Si aquellas clases medias en ascenso de los setenta apostaban por reformas, estas que ya están bien instaladas, lo que quieren es conservar su estatus y procurárselo análogo a sus hijos. No se engañe la izquierda. El modelo económico del PP será todo lo depredador y corto de miras que se quiera (...) pero genera beneficiarios en amplios sectores sociales". La cita es larga pero explica muy bien las causas del desastre de la izquierda que, insisto, no es exclusivo de la Comunidad Valenciana. Lo alarmante es que este cambio social no haya sido detectado, mucho menos analizado, por la dirección de los socialistas valencianos. Ni por los del Compromís, claro está. (Para ampliar información, el libro de los profesores Azagra y Joan Romero País complex, editado por la Universitat de València)

Dicho más claramente: la sociedad valenciana ha cambiado y la izquierda no se ha enterado. Como mínimo, no se ha enterado bien. La posición del PSPV respecto del plan Rabassa ilustra las contradicciones de un partido incapaz de transmitir una imagen coherente y una idea clara: Etelvina Andreu, en contra; Pla, a favor; Andreu más en contra y Pla ni a favor ni en contra. Lo mismo se puede decir de su postura frente al problema del agua. El PP resolvió todos sus problemas con un lema: Agua para todos. Los socialistas han oscilado desde la oposición frontal al trasvase a pedir un mini-trasvase del Ebro hasta Sagunto, colocando de por medio un rosario de propuestas, peticiones y rogativas que, en lugar de clarificar su posición, la enturbiaban aún más. Las respuestas del PP ante una sociedad cambiante y compleja han sido muy simples, maniqueas e incluso demagógicas, pero comprensibles: El partido de la confianza, el garante de la seguridad y de la tranquilidad. Todo va bien y aún irá mejor. Estamos aquí, venían a decir, para preservar su estatus social, no tengan miedo. La propuesta del PSPV ante la incertidumbre y la inseguridad del futuro fue la de pagar 3.000 euros por hijo. Todo un hallazgo.

El fracaso de los socialistas valencianos es global, pero su principal responsable es Ignasi Pla, que no ha dinamitado el suelo electoral del PSPV, pero ha estado muy cerca de conseguirlo. Ahora, por responsabilidad, aguantará en el cargo hasta las elecciones generales, pero lo hará en precario. Toda la dirección socialista está en funciones y habrá que ver si es capaz de resistir hasta entonces. La pregunta inmediata es ¿quién tomará el relevo? La debacle ha sido de tal magnitud que no parece muy exagerado empezar a hablar de una necesaria refundación del partido.

Francisco Camps, obvio, es el gran vencedor. ¿Cómo utilizará el enorme poder que los valencianos han depositado en sus manos? Liquidado el enemigo interior, ¿seguirá durante 4 años practicando ese victimismo tan rentable electoralmente? ¿Mantendrá ese canal chavista que es TVV como herramienta para seguir anestesiando a los valencianos? ¿Seguirá rodeándose y apoyando a presuntos corruptos autoritarios como Carlos Fabra que amenazan públicamente a periodistas incómodas? Con el 52,22% de los votos, Camps tiene la obligación de comportarse como el presidente de todos los valencianos. Debería ser así, pero sus primeras declaraciones han sido para ejercer como agente electoral del PP ante las próximas generales. Por ahí, pues, poco hay que esperar. Nadie puede reprocharle que se vuelque en apoyar a Mariano Rajoy, pero el orden de sus prioridades debiera ser otro.

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