El Sevilla se gana el derecho a soñar
Los de Juande Ramos siguen la estela del Madrid y el Barça tras vencer al Zaragoza en un partido de juego generoso
El Sevilla se merece seguir soñando con el título liguero. El Sevilla juega como muy pocos equipos son capaces y, además, lo suele hacer con una periodicidad sonrojante para sus contrincantes. Anoche se impuso al Zaragoza en un magnífico partido que justifica y recompensa el amor que despierta el fútbol en tanta gente. Al fútbol al que le sobra el camino para intentar llegar al objetivo supremo del gol se le suele denominar -en demasiadas ocasiones, eufemísticamente- directo. Al fútbol que disfruta tanto del tiempo como del espacio bien podría llamársele ancho. Y, además, no sería por encontrar una definición bondadosa, sino más bien por el temor al almíbar, porque lo que pide el cuerpo es decirle generoso, artista, disfrutón, bello. Al Sevilla y el Zaragoza se le quedan estrechos los campos. El fútbol es para ellos una disculpa para mostrar lo que disfrutan al jugar.
SEVILLA 3 - ZARAGOZA 1
Sevilla: Palop: Alves; Javi Navarro, Dragutinovic, Escudé; Navas (Duda, m. 77), Poulsen, Renato, Adriano (Puerta, m. 61); Kanouté y Luis Fabiano (Kerzhakov, m. 69). No utilizados: Cobeño; Hinkel, Maresca y Martí.
Zaragoza: César; Diogo, Sergio, Gaby Milito, Juanfran (Piqué, m. 61); D'Alessandro, Zapater, Movilla (Celades, m. 61), Aimar; Sergio García (Ewerthon, m. 74) y Diego Milito. No utilizados: Miguel; Chus, Óscar, Lafita y Longás.
Goles: 1-0. M. 26. Luis Fabiano aprovecha el rechace de un disparo suyo anterior. 1-1. M. 74. Alves, en propia meta, tras el saque de un córner. 2-1. M. 82. Kerzhakov bate a César de tiro raso. 3-1. M. 93. Kanouté, de volea tras un pase de Kerzhakov.
Árbitro: Mejuto González. Expulsó a Diogo (m. 91) por doble amonestación. Amonestó a Adriano, Movilla, Gaby Milito, Poulsen y Kerzhakov.
Unos 43.000 espectadores en el Sánchez Pizjuán. El capitán sevillista, Javi Navarro, ofreció la Copa de la UEFA a los aficionados desde el centro del terreno de juego.
El Sevilla no engaña. No lo ha hecho nunca. Ni en los tiempos de la pierna de hierro y el pelotazo vil ni en la bonanza de los triunfos. Ayer reinterpretó la salida en estampida que tan pingües beneficios le ha dado a lo largo de toda la temporada en el Sánchez Pizjuán. Bueno, malo o regular, al conjunto que se enfrenta al Sevilla en su campo no le queda más remedio que padecer un chorreón de fútbol durante por los menos un cuarto de hora y encomendarse a lo que sea para que no le caiga algún gol en ese periodo.
El Sevilla, cuando achucha, no busca el daño que podría hacer un filo; empuja. En los primeros ocho minutos de ayer, ya dispuso de un par de oportunidades medianas. Con Alves y Escudé de lateral, cualquier dibujo tradicional se queda inservible para definir los movimientos del equipo. Alrededor de Renato y Poulsen se arremolinan jugadores de la calidad de los citados o de Navas y Adriano, que, además, combinan con los movimientos perpendiculares de Kanouté y los horizontales de Luis Fabiano.
La primera oportunidad de la que podría decirse que falló el delantero por no hacer gol la tuvo Kanouté a los 20 minutos. Para entonces, los zaragocistas ya conseguían con sus carreras -sobre todo las que hacían sin balón- que los sevillistas les persiguieran con el mayor de los respetos. Era uno de esos momentos en los que se desearía que el campo fuera tan ilimitado como los prados en los que los niños aprenden a amar este juego. Las actividades colectivas las enriquecen los individuos. Y precisamente uno de los individuos más individualmente únicos que se puedan encontrar en estos momentos en el fútbol rompió el plástico duelo estilístico. Luis Fabiano recibió de espaldas un balón de Adriano, descoyuntó a Sergio con el mismo giro que lo enchufaba hacia la portería de César, chutó con ganas y siguió su carrera para aprovechar el rechace.
Las ocasiones del Sevilla a partir de ese momento fueron múltiples y lo suficientemente variadas para haber marcado algún tanto más. Pero no lo hizo. Ni siquiera de penalti. Kanouté tiró terriblemente alto el saque de uno que le hicieron a Luis Fabiano y que el árbitro pitó -de otros tres, dos en la misma jugada, no se dio cuenta- a los 51 minutos.
Lo peor de las oportunidades falladas es su recuerdo. Y los sevillistas empezaron a acordarse del aturullamiento de Adriano frente a César en la primera mitad, del paradón de éste al tiro colocado de Poulsen también antes del descanso, de una elección fallida de Luis Fabiano... Los zaragocistas se tenían que inventar algo de lo que acordarse y lo lograron de una de las maneras más inopinadas: un gol semiolímpico. D'Alessandro no pudo apuntarse el mérito total de su gol, pues Alves lo desvió cuando ya se colaba tras su viaje desde el cuadrante del córner.
Las cartas ya estaban dadas y vistas. Tan sólo quedaban por sumar los pocos movimientos que el reglamento permite a los entrenadores. Y en esto el que más suele acertar de casi todos es Juande Ramos. Dos de los tres jugadores que sacó en la segunda mitad dieron el partido a su equipo: Duda forzó con su presión el fallo de Gaby Milito y el balón le cayó a Kerzhakov, que batió por bajo a César. El ruso puso además el centro que empalmó Kanouté para ganar, disfrutar y soñar.
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