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Crítica:FERIA DE CÓRDOBA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una pifia

Antonio Lorca

La corrida, cuajada de expectación por el interés de los tres protagonistas, resultó una pifia. Ni Finito, tan querido en esta plaza, ni la sensación de un valiente como Castella o la reaparición de Talavante pudieron vencer a los elementos. Y el enemigo no fue la lluvia, que cayó con fuerza hasta el inicio del festejo y que retrasó media hora su comienzo, sino la corrida de Núñez del Cubillo, inválida y descastada hasta la desesperación.

Sin toro no es posible el espectáculo, a pesar, incluso, de la infinita bondad de este público, que aplaude a los picadores por no picar con tal de que el toro acuda a la muleta de sus ídolos. Sin toro, sólo la paciencia y el ánimo de los espectadores mantienen una fiesta que se desangra precisamente por la falta de sangre brava. Sin toro, decididamente, no hay emoción, que es el ingrediente fundamental del festejo taurino.

Cubillo / Finito, Castella, Talavante

Toros de Núñez del Cubillo, el sexto como sobrero. Bien presentados, inválidos y descastados. Finito de Córdoba: Palmas y ovación. Sebastián Castella: Oreja y oreja. Alejandro Talavante: Ovación y ovación tras aviso. Plaza de Toros de Córdoba. 23 de mayo. Corrida de Feria. Casi lleno.

Ni siquiera Finito fue capaz de levantar la tarde en su segundo toro, inválido pero nobilísimo, al que toreó muy bien a la verónica y, después, brilló por naturales en dos tandas largas y templadas, preñadas de elegancia. Pero el empuje de sus paisanos no fue suficiente para que matara con decoro, y todo quedó desvaído. No lució tampoco en el primero, sin clase ni codicia, con el que trató de justificarse con escasa ambición.

Castella y Talavante iban vestidos de luces, pero bien podían haberlo hecho con el uniforme de enfermero, pues como tal actuaron ambos. El primero, valiente, dominador y pesado también, cortó una oreja a su primero gracias a que los mulilleros se entretuvieron deliberadamente y a la falta de autoridad del presidente, incapaz de aguantar el griterío de una minoría. A ese toro lo veroniqueó con temple, y al quinto, moribundo y tambaleante, lo pasó con suficiencia, pero sólo con el interés y la intensidad que los tendidos quisieron ver. Talavante robó un par de naturales al inservible tercero y a punto estuvo de obtener el doctorado en medicina por mantener en pie al sexto.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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