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Crónica:Paté de campaña | Elecciones 27M
Crónica
Texto informativo con interpretación

En el Raval

Enric Company

Lo mejor de todo en la razzia electoral de Jordi Hereu por el Raval de Barcelona de ayer por la tarde sucedió en la calle, cuando el candidato estaba dentro de una tienda. Un estirado sesentón, o setentón, muy pulcro él, que pasaba por allí porque la calle de Nou de la Rambla es su mundo y cada tarde toma posesión de él, se acerca al grupo de periodistas que acompaña al candidato socialista. Se coloca frente a una cámara de televisión, como quien no quiere la cosa, aunque en realidad la desee hasta languidecer. Entonces proclama, en voz muy alta, grandilocuente, despechado: "¡Los artistas en la calle, y la mierda en la televisión!".

El señorío y la pluma con que pisa el entorno de la Rambla y el tono de la declamación sugieren que quizá se trate de un artista del Barcelona de Noche, el Cádiz, la Bodega Bohemia o de algún otro desaparecido local de los que dieron fama al barrio chino. En cambio, no queda nada claro si la mierda es la comitiva electoral de Hereu en particular, la política en general o, simplemente, todo lo que sale por televisión. La ambigüedad, acompañada de mucha intención, mucha chispa, impide sacar conclusiones. Y ¿para qué preguntar al artista?

La posibilidad de que les identifiquen con una mierda, o con cosas peores, es uno de los riesgos que corren los políticos cuando salen a la calle. Más todavía si, como es el caso de Hereu, tienen ya un presupuesto bajo su directa responsabilidad. Por muchas precauciones que se tomen, nunca se sabe por dónde puede saltar la sorpresa desagradable. Mientras el candidato está derrochando simpatía dentro de la Bodega Torres, en la esquina de Nou de la Rambla con la calle de Guàrdia, afuera aparece el artista de cabaret. Un poco después, mientras está dentro de la farmacia escuchando, embelesado, cómo el dependiente le cuenta que el Raval sigue siendo "un buen barrio", desde la puerta de un bar situado en la otra acera sale un cliente gritando, y repitiendo, con ánimo abiertamente provocador: "¡Hay más putas aquí ahora que antes!".

Pero Hereu tiene un buen trato en la proximidad, es afable, inspira cordialidad y su partido está decidido a aprovechar estas virtudes. En la calle, además, hay de todo, y para un alcalde siempre habrá encuentros positivos. Se le acerca una pareja ya entrada en años y el hombre le cuenta que se apellida Boer, como él, y que le va a votar. "¡Hombre!, ¡Mira que es curioso! Ya me he encontrado varios Boer en lo que va de campaña".

Y así sucesivamente. Una vecina le pide que pongan más vigilancia delante de la narcosala del Portal de Santa Madrona. La buena mujer, que va con su hijo de siete u ocho años, se justifica: "La hemos aceptado, pero nuestros hijos tienen que ver cada cosa...". A la salida de una de las tiendas se le acerca un hombre y le pide, nada menos, que se acabe con la prostitución en la calle de Sant Ramon. El candidato-alcalde sale de apuros como puede. "En eso estamos, en eso estamos". Hasta que se cruza con una ciudadana que sabe salir del paso tan bien como un político de los duchos de verdad: "Si cumple, le voto". Será en las otras. Digo yo.

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