La inspiración contra el trauma

El Espanyol fue recibido como si hubiera ganado la Copa de la UEFA y se fue hecho trizas por el vapuleo que le propinó un Getafe en estado de gracia. Extenuado por las secuelas de una final perdida en la ronda de penaltis y reblandecido por el desagravio montado por su afición, el Espanyol se salió de foco y quedó expuesto a un estropicio humillante.

El Getafe se tomó el asunto en serio y exhibió las virtudes que ya ha desgranado holgadamente a lo largo de la temporada: el milimétrico compás de Casquero, el estilete de Cotelo por la derecha, el instinto depredador de Güiza y Del Moral. El gol de Coro nada más empezar quedó en una anécdota. El Espanyol evidenció una absoluta falta de tensión competitiva que le pasó factura. Valverde alineó un equipo poco habitual. Jônatas, Moha, Pandiani, Coro, Lacruz y Velasco ocuparon los puestos de De la Peña, Rufete, Luis García, Riera, Torrejón y Zabaleta.

El Getafe empató a la primera de cambio. Nacho, Güiza y Casquero demostraron en la acción del tanto del empate la facilidad con que podían superar el entramado defensivo del Espanyol, que sufrió lo indecible por los laterales y careció de contundencia en todas sus acciones. Después de un tiro al poste de Tamudo, los goles del Getafe se sucedieron con una facilidad pasmosa. El equipo madrileño no estaba para fiestas, ni el catalán para competir.