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Reportaje:Elecciones 27M

Los candidatos crispan el final de campaña en Vigo

La alcaldesa Corina Porro es la única que confiesa sertirse ya "un poco aburrida"; a los demás la campaña les carga de energía

Corina Porro, alcaldesa y candidata a renovar el cargo por el PP, pone también aquí la excepción. Se declara ya "un poco aburrida" de la campaña electoral y de los debates a que obliga. Los demás, por lo que dicen, se lo pasan pipa dándole al pico con el vecindario. A Abel Caballero, el candidato socialista, incluso le fastidia un poco la inminencia del final, a fecha fija. "Es muy entretenida, me divierte". El nacionalista Santi Domínguez la vive como un reconstituyente y el incombustible Manoel Soto también siente que le rejuvenece.

A la alcaldesa le mola más serlo que el papel de aspirante. "Mi campaña la empecé el día que tomé posesión, es la gestión de estos tres años y medio, que a la vista está; ya entonces lo calculamos todo, lo que hemos hecho y lo que nos queda por hacer. No necesito hacer malabarismos, como otros, para que me crean: ahí está. Ahora necesito cuatro años más para acabarlo y tal vez lo consiga, porque siento la complicidad de la ciudad conmigo. Ya está dicho casi todo y ya nos conocen a todos. Mi campaña refleja lo que soy y mi compromiso. Y seguiré gobernando hasta el último día", promete.

"Corina Porro está desesperada. No tiene otra explicación", replica Abel Caballero
"Tiene unos ramalazos machistas insultantes", acusa la alcaldesa al candidato socialista

Los otros trasladan tonos menos drásticos, más lúdicos. El saco cargado de promesas que pasean de la ceca a la meca viguesa no les pesa: les ilusiona vaciarlo y contarlas, hacerlas tan verosímiles para el vecindario como para ellos mismos y declararlas realizables con los votos que piden. El efecto que causa en el auditorio el despliegue de su inventario es lo que enciende la chispa que les da a ellos la energía para aguantar el tirón de la campaña e incluso pedir más madera. Corina languidece en este escenario como una dama de las camelias.

La alcaldesa, cuando le desfallece el ánimo, ataca un paquete que lleva a mano con chocolates, aceitunas y coca-cola. "Dulce o salado, depende de dónde venga o adónde vaya, depende del estado de ánimo que me produzca". No es dama de las camelias, tan viguesas, por preferir las palmas en sus humanizaciones. Ha puesto a Vigo en camino de palmeral. Primero fue el color amable de los pensamientos -"mira los pensamientos de Corina", señalaban las mujeres desde el autobús-, por Urzaiz y la Gran Vía. Ahora ha oxigenado con palmeras toda calle humanizada, no ejemplares como los que se ven en las casas de indiano, sino un palmeral arbustivo, salteado y bonsái que se ha tragado los pensamientos.

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"Begonias, petunias y alegrías, que recuerde ahora", explica Manoel Soto, que en las anteriores elecciones repartió 18.000 plantas entre el vecindario y en esta campaña espera llegar a las 30.000. "No veas tú el éxito que tienen", ríe el viejo zorro de la política local. Es una carga añadida de su saco de campaña. A cuatro repartos diarios, tantos como actos en cada jornada electoral. Para compensar la falta de medios en otra propaganda.

"Yo no me canso, todo lo contrario. El contacto directo siempre me gustó mucho", asegura. Fue alcalde de Vigo en los primeros tres mandatos, "y siempre en minoría, ¡eh! Hay que dialogar, no como éstos", dice por Porro y Caballero. ¿Con quién prefiere pactar? "Me sale del corazón", responde raudo: "¡con ninguno!". Poder hacerlo, sin embargo, probaría su éxito electoral.

Soto y Santi Domínguez, el candidato del BNG, confiesan que la mayor fatiga de la campaña se la producen las peleas de Corina y Abel en los debates cuyo cartel comparten y que serán más de media docena cuando la campaña concluya. Ya van a ellos, en una ciudad tan poco taurina, como los toros resabiados, a embestir no tanto al trapo que se les tiende como al cuerpo del contrincante, a la yugular preferentemente.

"Tanto debate no ayuda", dice Domínguez, "es ir a la contra del oponente, antes que a exponer y contrastar los programas. Me parecen más interesantes los foros para explicarlos". "Es que ésos están permanentemente a la greña, yo el otro día en Localia ya me enfadé", completa Soto.

Corina Porro y Abel Caballero empezaron hace unos meses, cuando ya era pública su rivalidad política, dejándose fotografiar juntos en una cama desde la que se veían las estrellas, y lo que más se veía era el abismo entre ellos dos, el rechazo corporal mutuo, la postura forzada de sus piernas y trajes. Saltaba a la legua su falta de química; ahora estalla como una ruina de matrimonio imposible, que comienza peleando por las cláusulas de separación. Menos mal que no tienen mayor cosa que pactar. "Es un machista", dice Corina de Caballero, "el campeón del currículo maravilloso". "Los otros dos son normales, pero él tiene ramalazos insultantes para todas las mujeres de Vigo. Habla desde la prepotencia y el machismo: representa lo antiguo, no se lo merece el PSOE, y menos las mujeres de ese partido".

"A defender la mujer nadie me gana", replica Caballero, digno y un tanto perplejo por la acusación que le traslada el periodista. "He trabajado siempre con mujeres, las he elegido como colaboradoras de la mayor confianza, y lo sigo haciendo. Corina está desesperada, no tiene otra explicación. Por eso lo dice, por desesperación, porque nada hay más lejos de la verdad".

A Santi Domínguez, totalmente recuperado del accidente que le dobló el esternón justo al comienzo de campaña, su desarrollo se ha devuelto una agilidad de boy-scout. Empezó invitando al público a sumarse a la revolución y él mismo ha descubierto que la revolución estaba en la campaña. "Está sirviendo para animarnos, para darnos más ilusión cada día viendo la receptividad que tenemos en la gente". Pero ya llega, afirma, con lo que queda de campaña ya llega. "Se entiende nuestro mensaje y nuestro talante. Es la campaña más moderna. Nosotros somos modernos y lo trasladamos, todo es coherente y natural", dice todo entusiasmo.

El verde pistacho, que es el color de la infantería nacionalista, compite equilibradamente con el naranja y pop de las camisetas estampadas con la efigie de Corina, como un trasunto de la Marilyn de Warhol. La propia Corina le reconoce los méritos: "el globo, los iglús...". Caballero no quiere hablar ni de una ni de otra. "La modernidad está en los contenidos, y los nuestros son los más modernos", reclama. A Corina, la campaña socialista le parece "antigua", "desfasada", y la popular a Caballero, "con mucha parafernalia y estridente. Se nota que están nerviosos".

O Calvario: dicha urbana y feria electoral sin Corina

La humanización de O Calvario, último tramo de la calle de Urzaiz, le costó dios y ayuda al BNG, que la promovió. El PP votó en contra, hubo manifestaciones airadas, los comerciantes temían la ruina de sus negocios con la peatonalización. Pionera y polémica, ahora nadie la discute. Dio la pauta a todas las que la sucedieron como una actuación totalmente acertada, de dicha urbana. Ayer añadió la intensa feria política de la campaña a su trajín peatonal más habitual.

Alumnos de la Escuela de Música de A Coruña ofrecían un concierto de aires dixieland, sentados entre dos vacas de la cow parade frente al edificio del mercado, el epicentro de esa dicha urbana. Música amable en vivo, el sol de la mañana, las terrazas y el ajetreo del personal con las bolsas de la compra. Iba a llegar Corina.

Ya estaba en las camisetas pop de su infantería, que repartía propaganda y caramelos. Ya estaba también la de Manoel Soto, vaciando de una furgona macetas para las amas de casa. El stand de Santi Domínguez, por su traza, parecía ofertar al personal irresistibles complementos de moda, pero sólo eran más caramelos, bolis, chapas del candidato, más propaganda. Pérez Leira, dirigente de Vigo de Esquerdas, paseaba sonriente esta feria, seguramente pesaroso de no llevar siquiera una pancarta. Desde el balcón de la sede viguesa del PSdeG, en la misma calle, los altavoces anunciaban en grabación sinfín el mitin de hoy, con la presencia estelar de Rubalcaba, y a pie de calle otros peones movían los lotes de propaganda. ¿Y Corina?

El remolino de cámaras señaló su llegada: pantalón negro, camisa blanca, la rubia melena y los pómulos subidos de colorete. La presión del público la empujó hacia la furgoneta de su comitiva. En la confusa piña (una docena de fans), dos jubilados se enzarzan: "¡¿Facha yo?!", grita uno. "¡Me ha llamado facha!". No pasa nada. Y Corina sale a buscar votos.

Caza a un jubilado justo detrás de la orquesta y conversa con él un minuto, sobre la música dixie y observada por el auditorio que forma semicírculo en torno a los músicos y que ni se inmuta. Está desembarcando otra infantería, la de la FPG: "Ocupa o Concello", pregona su propaganda. Y en ésas desaparece Corina. Vista y no vista. La reclamarían asuntos de gestión. O de digestión. La feria siguió sin ella y sin periodistas.

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