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Tribuna:Elecciones 27M
Tribuna
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¿Votarán los socialistas al PP?

Al menos una parte sí. Hay razones para ello en nuestra Comunitat. En ocasiones, el tradicional votante de unas siglas -en este caso de izquierdas-, no se siente identificado con las actitudes de sus dirigentes y, sin abdicar de su ideología, modifica su voto hacia la abstención o hacia el partido que defiende mejor sus intereses en un determinado momento. Es lo que los expertos denominan el "voto dual".

Se trata de un voto propio de las sociedades maduras y democráticamente sólidas. El ciudadano establece su escalafón de prioridades y vota a una opción política o a otra en la medida en que considera que sus intereses puedan estar mejor o peor representados. El pragmatismo es un componente decisivo en esta opción. El votante toma conciencia de su capacidad para decidir en las políticas cercanas y que más incidencia tienen sobre su cotidianeidad y la de su entorno. A través de ellas, se dilucida la creación de empleo, la sanidad, la educación, la vivienda, la atención a las personas mayores y cuantas necesidades están en manos de una administración próxima como es la Generalitat.

"El voto dual no es una opción de castigo, sino más bien se trata de una preferencia basada en el pragmatismo"

El voto dual, por tanto, no es una opción de castigo, como algunos han intentado interpretar, sino más bien se trata de una preferencia basada en el pragmatismo. "Yo voto a quién mejor defiende mis intereses, y cuando deje de defenderlos dejaré de votarlo". Este es un razonamiento con un sólido andamiaje teórico entre los analistas del comportamiento electoral. Algunos de ellos, como los profesores Joan Subirats, Isidre Molas o Vicent Franch, con una dilatada trayectoria en el análisis electoral. La reflexión del votante trata de responder a las siguientes preguntas: ¿cuáles son actualmente mis condiciones sociales, económicas, culturales e incluso mi grado de satisfacción y el de mi entorno?, ¿es posible mantener estas condiciones durante los próximos cuatro años?, y ¿quién me garantiza el mantenimiento de tal situación?

La respuesta a esas cuestiones puede inclinar el voto hacia una opción u otra, políticamente hablando. Pero en el caso que nos ocupa, además, el votante parte de una opción ideológica determinada. En ella no se siente representado coyunturalmente porque los dirigentes de dicha opción no satisfacen sus necesidades, o siente rechazo hacia su incapacidad para adaptarse a la nueva realidad. Ante esa tesitura las tres posibilidades en liza son: la abstención, el voto de castigo o el voto pragmático. En cualquiera de los tres casos el ciudadano elige un voto diferente al que puede haber tenido, o pretende tener, en otra cita electoral.

A poco que profundicemos en la actual situación del PSPV-PSOE en la Comunitat Valenciana, uno puede percibir fácilmente que cada vez es mayor la sensación que acabamos de describir. Con mayor intensidad si cabe, en la ciudad de Valencia, donde Rita Barberá alcanza índices de conocimiento cercanos al cien por cien, y su gestión es valorada muy positivamente por la mayoría de los ciudadanos. Son muchos los ciudadanos que se sienten discriminados por la actuación de un gobierno como el de Rodríguez Zapatero. Y ante tal tesitura responden. La derogación del trasvase del Ebro, la falta de financiación estatal a servicios básicos como la educación o la sanidad, el recorte en inversiones en infraestructuras, o las políticas antiterroristas, de inmigración o de seguridad ciudadana, entre otras, tienen un importante peso en la decisión de cambio del voto socialista hacia quién ofrece respuestas que mejoran directamente su inmediato bienestar.

Por otro lado, la fortaleza del proyecto político del presidente Camps mantiene su capacidad de liderazgo. Su constatación más clarividente queda reflejada en las encuestas de valoración y en las diferentes opiniones de los expertos en tasación de liderazgos. Ello, además contrasta con la incapacidad de los socialistas de consolidar un liderazgo fuerte, consecuencia entre otras razones de la imposibilidad de presentar un programa que pueda ser aplicado sin hipotecas.

De las dos opciones en liza, la que teóricamente encabezan los socialistas parte de uno de aquellos principios tan socorridos en campaña electoral como ineficaces cuando no están anclados en un programa alternativo: "Ayúdanos a echar al gobierno y después ya recibirás noticias". En una sociedad madura esta propuesta está llamada al fracaso. El ciudadano quiere participar. Y quiere hacerlo conociendo de antemano qué se va a hacer en los próximos cuatro años. O al menos qué se pretende hacer. El voto deja de ser un cheque en blanco para convertirse en un contrato. De ahí que el actual cheque en blanco, sin papeles ni contratos, que pretende la coalición del PSPV-PSOE-EU-Els Verds-BNV-Izquierda Republicana-Esquerra Ecologista del País Valencià, es propio de sociedades de mediados del XX, cuando las utopías más que objetivos concretos buscaban destruir lo que aún se estaba construyendo.

Hay más razones. La valoración que los valencianos hacen de los gobiernos presididos por Francisco Camps y por Rodríguez Zapatero -la valoración de Pla solo puede hacerse como oposición- abre una importante brecha entre ambos. Casi la mitad de los valencianos valora positivamente la gestión de Camps en la Comunitat Valenciana, y menos de una cuarta parte hace lo propio con Rodríguez Zapatero. Sin embargo más de una tercera parte percibe negativamente las actuaciones del gobierno socialista respecto a la Comunitat Valenciana, y solo una sexta parte considera así la actuación del gobierno valenciano. Otra constatación nos llega de la valoración que los valencianos hacen de los liderazgos políticos que, interpretado como la capacidad de generar confianza, amplía más las distancias. Los valencianos aprueban al presidente de la Generalitat y suspenden al resto de los cabezas de lista que concurren a las elecciones. Aquí sí que entra en liza Joan Ignasi Pla, y recibe un suspenso como nota. Se establece, además, un ránking. Francisco Camps es el que más incrementa su valoración tanto en números absolutos como en porcentaje.

En la Comunitat Valenciana de 2007 el voto dual es una realidad al decir de los expertos. Se trata de un voto complementario a la actual hegemonía electoral del Partido Popular asentada en la moderación, el valencianismo político y el centro reformista. Su afianzamiento va a depender de muchos y muy diversos factores, pero a nadie le caben dudas ya de su influencia para explicar las mayorías del PP desde 1995 y uno de sus porqués. El PP ha ganado todas las elecciones desde esa fecha con más de un millón de votos (1.013.859 en 1995; 1.085.011, en 1999, y 1.146.780 en 2003) y el PSPV-PSOE, ha sido derrotado en cuantas citas electorales han tenido lugar desde ese año, y ha quedado estancado lejos de su propia marca alcanzada el siglo pasado. El PSPV-PSOE de 1983 obtuvo 982.567, mientras que en 2003 quedó reducida a 874.288, pese a que durante este mismo período el censo electoral se ha incrementado en 768.131 votantes. Si esta es la realidad, la pregunta siguiente no admite dudas ¿Existen datos sociológicos, económicos o sociales para modificar esta tendencia ya consolidada? Sinceramente, considero que no.

Aún así, la confianza y, su contraria, la desconfianza juegan un papel decisivo en el comportamiento electoral. Hemos desgranado las razones de la confianza. Sin embargo, confiar ciegamente en las buenas perspectivas es un error. Nadie debe confiarse. Ni tan siguiera de la victoria de Sarkozy en Francia. Ante las urnas, como aseguraba Picasso de la inspiración, hay que estar trabajando para cuando ésta llega. En otro caso, solo quedaría el lamento. Porque la decisión final, y la única válida, llega con la apertura de las urnas, no con la lectura de los sondeos. Con estas líneas me he propuesto ofrecer una explicación plausible ante una realidad que en los últimos tiempos he venido constatando cada vez con mayor nitidez y que hace referencia al título de este artículo. Son muchos los socialistas que votarán al PP el próximo 27 de mayo, y confirmarán mi pronóstico de un nuevo triunfo electoral del presidente Francisco Camps y del PP en la Comunitat.

Rafael Blasco coordina el programa electoral del PP

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