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Crónica:Fútbol | 34ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Madrid está iluminado

El conjunto de Capello se encomienda a la épica y remonta una desventaja de dos goles frente al Espanyol

José Sámano

El fútbol es un estado de ánimo, como tantas cuestiones vitales. Hay equipos que se tienen tanta fe que nada se les pone por delante. En el Madrid, históricamente, ha sido una cuestión genética, hasta el punto de que ni una sucesión de disparates de un entrenador de turno o un presidente novato han bastado para desnaturalizar al equipo. Frente al Espanyol, el Madrid fue el de toda la vida, el que a falta de juego apela a la épica. Tenía la Liga perdida ante un rival que nada se jugaba, pero los madridistas han recobrado tanta autoestima que parecen iluminados. Le remontaron al Sevilla y repitieron ante su rival en la final de la Copa de la UEFA. Por las bravas, de forma agónica. Con un gol, a un centímetro del precipicio, de Higuaín. Este Madrid vuela, no tiene freno. Por algo los jugadores, sus técnicos y sus aficionados festejaron la victoria como si se tratara de una Copa de Europa.

REAL MADRID 4 - ESPANYOL 3

Real Madrid: Casillas; Cicinho (Helguera, m. 46), Sergio Ramos, Cannavaro, Roberto Carlos; Diarra, Emerson; Higuaín, Raúl (Torres, m. 90), Guti (Reyes, m. 46); y Van Nistelrooy. No utilizados: Diego López; Mejía, Pavón y Michel Salgado.

Espanyol: Kameni; Velasco (Jarque, m. 75), Torrejón, Lacruz, Chica; Ángel, Costa; Rufete (Corominas, m. 67), Jónatas, Moha; y Pandiani (Luis García, m. 60). No utilizados: Iraizoz; Moisés, Julián y Zabaleta.

Goles: 0-1. M. 14. Pandiani . 0-2. M. 26. Pandiani. 1-2. M. 30. Van Nistelrooy. 1-3. M. 34. Pandiani. 2-3. M. 48. Raúl. 3-3. M. 57. Reyes. 4-3. M. 89. Higuaín.

Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Moha, Chica, Kameni, Sergio Ramos, Jónatas e Higuaín.

70.000 espectadores en el Bernabéu.

Henchido por la euforia desatada, a Capello le dio un sorprendente ataque de valentía. Supuso que enfrente se plantaría un equipo funcionarial, remendado con unos cuantos suplentes y al que nada le iba. A cuatro días de su segunda final europea, cabía presagiar que para el Espanyol la Liga sólo era un engorro. Pero se encontró a un Madrid tan deshilachado que no tuvo más remedio que darse un atracón. De ello se encargó, en buena medida, Roberto Carlos, al que Capello concedió el capricho de la titularidad, algo inédito desde el 20 de febrero. Con Cicinho por la derecha y su compatriota por la izquierda, el italiano quiso tocar la corneta como nunca, liquidar al Espanyol por derribo cuanto antes. Guti se enquistó a espaldas de los dos puntas y a Roberto Carlos le concedió la orilla izquierda, como en los viejos tiempos, cuando el lateral era uno de los mejores delanteros. Ahora es otra cosa. A sus 34 años, el ex del Inter ya no tiene ida y vuelta. Sus rivales lo perciben, caso de Rufete, que se despreocupó de sus asaltos al área de Kameni y acertó. Le pilló dos veces fuera de foco y se lanzó a por Pandiani. Cierto que en la primera fuga de Roberto Carlos, quien perdió la pelota fue Guti, pero la jugada retrató el desorden madridista: los dos laterales estaban por delante de la pelota, error de parvulario.

Los dos latigazos de Pandiani destemplaron al Madrid, que, empujado por su hinchada y los mensajes ilusionistas de su presidente, arrancó con un grado de excitación desconocido. La costumbre era conceder la iniciativa al adversario y fiarse de su pegada. Guiado por la euforia, frente al grupo de Valverde planteó un partido frenético. Incluso los dos pivotes defensivos, Emerson y Diarra, se dieron al libertinaje y se pasaron el primer tiempo descolgados por delante de Guti. Que el Espanyol se rindiera era cuestión de tiempo. Hasta que Rufete se olvidó de Roberto Carlos, que maquilló sus desplantes defensivos con su contribución ofensiva al gol de Van Nistelrooy, que ya suma 21, el 40% de los goles del Madrid. Cuando el incendio de Pandiani parecía sofocado, Cicinho estuvo blando frente a Moha y la jugada derivó hacia el uruguayo, que embocó de nuevo ante Casillas mientras los defensas de éste reclamaban fuera de juego. Lo era, pero no de Pandiani, sino de Moha en el inicio del ataque. Un error arbitral, similar al del tercer tanto madridista, en el que Reyes se aprovechó del empujón de Hiaguaín a Chica.

Antes de la igualada había recortado la ventaja Raúl, desplazado al costado derecho en el segundo periodo. En el descanso, vista la inesperada tormenta, Capello había condenado a Guti. Es el destino del canterano, al que pocas veces se le perdona un error. Así es la carrera de Guti: si acierta mil veces, se le entroniza un rato; si se equivoca una vez, se le castiga. Capello también corrigió a los laterales. Prescindió de Cicinho -Helguera emergió como central y Ramos se descolgó a la derecha- y frenó a Roberto Carlos, más templado en el segundo acto. Era entonces cuando al Madrid no le quedaba otra que remar con todo su arsenal. Pero el equipo, angustiado por el marcador, se desfondó físicamente. Chamartín se le hizo inmenso. En su afán por defender y engancharse al Barça, se agrietaron las líneas, se partió por la mitad. Con Reyes anudando las piernas de Lacruz, el Madrid remató como nunca, pero el Espanyol no se encogió jamás y Luis García, en un mano a mano con Casillas, pudo darle otra ventaja. Aguantó el meta local y, al borde del precipicio, irrumpió Higuaín, el goleador sospechoso. Reyes le citó con el gol con un pase maravilloso y el argentino selló su primer tanto en el Bernabéu. A veces uno solo vale oro. De momento, al Madrid le permitió acostarse como líder y acentuar su fe. Tras una remontada así, todo es posible.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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