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Reportaje:Cara 'B' | Elecciones 27M

Con la red a punto

José Vicente Domínguez, candidato socialista a la alcaldía de Ribeira, es capitán de pesca y de la marina mercante además de escritor

Su vida es poliédrica. Ha tocado todos los palos relacionados con el mar. José Vicente Domínguez es capitán de la marina mercante y capitán de pesca. Fue "Capitán (para) Pescanova", empresa con la que descubrió un caladero de merluzas gigantes al sur de las Malvinas y lo encerraron en la cárcel de Omán por llegar su barco a esas aguas antes que los permisos para realizar una prospección auspiciada por la FAO.

También sufrió en el Golfo Pérsico los misiles que se lanzaron durante la guerra que enfrentó a Irán e Irak; fue durante dos años subdirector de Pesca e Portos Pesqueiros en la Xunta de Xerardo Fernández Albor; creó un astillero que fabricaba dornas de poliéster, una empresa de precocinados con productos del mar y una granja marina de rodaballo. Dieciocho años se pasó examinando las costuras del mundo por los caminos del mar y atrapó en cuatro libros el feixe enorme de anécdotas que presenció.

Dieciocho años se pasó examinando las costuras del mundo por los caminos del mar
El mar es su gran pasión, la escritura su afición. Graham Greene tuvo la culpa

José Vicente Domínguez, ahora marinero en tierra, se dedica desde 1991 a exportar e importar productos del mar. Marzal, su empresa, factura al año 16 millones de euros, pero a sus 61 años y con sus tres hijos criados, este capitán Pescanova no quiere dedicarse sólo a matar el gusanillo del mar navegando con su barco. Acaba de enrolarse en una nueva singladura: conseguir la alcaldía de Ribeira. Su rival es el popular José Luis Torres Colomer, ex presidente de la Diputación de A Coruña y actual alcalde. Paradójicamente, Torres Colomer también nació en Palmeira y fue capitán de pesca con Pescanova. La batalla electoral se dirimirá, pues, entre capitanes.

Domínguez es un gran conversador. Desgrana vivencias que dejarían con la boca abierta al más avezado de los viajeros. Entre la marinería tenía fama de duro, también de ser el mejor. "No sé si era buen capitán, pero cuando la empresa compró seis buques factoría gemelos, el mío era el que más llenaba las bodegas".

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Una vez, Francisco Suárez Llanos le pidió que aparejase a los seis gemelos. Él, como buen capitán, se negó. "Le contesté que yo le prestaba mi aparejo, pero no aparejaba a los demás. Podía venderle la gaita, pero no enseñar a tocarla".

Un capitán de pesca, que no es lo mismo que un capitán de costa, aunque él hacía las dos funciones por su rango en la marina mercante, custodia celosamente los surcos que sólo él entiende para llegar a un buen caladero. Así descubrió el de merluza entre las Malvinas y la Isla de los Estados, frisando con la Antártida: "Estábamos unos cuantos pescando en el mismo sitio sin mucha suerte. Una noche escuché una conversación entre unos noruegos por radio. Apagué las luces y me tiré cuatro días de navegación por mi cuenta y riesgo. Nadie sabía dónde estaba. Podían haberme despedido". Su osadía fue recompensada. En las redes había merluzas de hasta 22 kilos: "Para meterlas en la bodega había que cortarlas en tres trozos", recuerda. Capturó 2.500 toneladas. Se lo premiaron con unos días de despido. "La tripulación cobraba un tanto por ciento según el tamaño de las capturas. Y como eran merluzas gigantes, la empresa se negaba a pagar lo apalabrado. Entonces actué como representante sindical, porque los 92 tripulantes se pasaban hasta seis meses encerrados en un barco. Paré el frío durante 24 horas y a la empresa no le quedó más remedio que pagarnos a todos un montón de dinero. Claro que a los pocos días llegó mi relevo".

Al cabo de unas semanas le levantaron el castigo. Le dieron un buque recién salido del astillero para hacer una prospección en el Golfo Pérsico. El permiso llegó tarde y estuvo retenido cinco días en una cárcel de Omán: "Lo pasé fatal. Me pagaban para que firmase una confesión de culpabilidad. Menos mal que les dije que era hijo del director de EL PAÍS para que me tratasen mejor". Tuvo que mediar Marcelino Oreja para que lo liberasen.

El mar es la gran pasión de José Vicente Domínguez, la escritura su afición. Graham Greene tuvo la culpa: "Cuando tenía 14 años leí en el Reader?s Digest un artículo firmado por él que desprestigiaba a los capitanes y la vida en los barcos. Le escribí una carta argumentando que no tenía razón porque mi padre era contramaestre. Al poco tiempo me contestó amablemente". Fue el principio de una vida novelesca que ahora pretende culminar en la alcaldía de su pueblo.

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