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Fútbol | Sevilla-Getafe, final de la Copa del Rey

Toda la noche de fiesta en la calle

El tipo se baja de un autobús que llega desde Madrid. Va sacando pecho, con la cabeza bien alta. Y al cuello lleva la bufanda del Geta anudada, pasando del calor, 30 grados, que hace al sol. Anda lentamente. Cualquiera diría que está de paseo en vez de ir a casa a comer tras el trabajo. Es un aficionado del Getafe al día siguiente de la gesta, uno de los muchos que ayer, tras la eliminación del Barcelona en la Copa, se pavoneaban en esa ciudad con la camiseta azulona (o la roja de la segunda equipación) de un equipo "que sólo hace tres años ascendió a Primera": "¡Y mire usted lo alto que hemos llegado!".

Getafe (156.000 habitantes) es una de las más prósperas ciudades del cinturón industrial de Madrid; una de las pocas que mantienen fábricas importantes, como la que construye parte del Airbus 380. Muchos currantes no fueron ayer a trabajar porque el orgullo -y la farra, sobre todo la farra, que duró hasta la madrugada- les obligó a tomarse vacaciones. Jacinto, encargado de fábrica que festejaba la victoria al mediodía con el alcalde, Pedro Castro (PSOE), en el bar Órdago, junto al Ayuntamiento, tuvo que mandar a casa a varios "que cumplieron presentándose, pero que estaban mejor durmiendo la mona".

"¡Jefe, otra ronda!", gritaba un miembro de la peña Geta Genios, que sienta plaza en el bar La Molinera, cerca del Coliseum Alfonso Pérez. No tenía la voz para berrear, pero usaba un megáfono que no había soltado desde que salieron del estadio. Eran las 15.35 del viernes y los ojillos de la concurrencia, incluidos los del presidente de la Federación de Peñas del Getafe, José Manuel Mateo, no dejaban lugar a dudas sobre lo ocurrido desde el triunfo contra el Barça. "Cuando subimos a Primera, hace tres años, fue la locura. Como el jueves. Pero esta vez lo celebramos en dos plazas: en la de la Cibelina [una Cibeles a pequeña escala, con sus leones y todo, lugar tradicional de los triunfos de los azulones] y en la de la Afición, que acaban de inaugurar junto al estadio", explicaba Mateo.

En el centro de la ciudad, David, de 13 años, salía del colegio con un amigo. "Sí, estuve en el estadio. Estuvo guay", cuenta el chaval, que pasó gratis: "Se supone que tengo 10 años", se reía. Otros chavales, de Tercero de ESO en los Escolapios, no podían pasar por pequeños, por lo que siguieron "el partido de la Historia", como uno lo llamó, desde sus casas. "Es que el abono vale 280 euros, tío", se quejaba Carlos. "Sí, el del Atleti me sale más barato, a 220", le respondía su colega Robert.

Pedro Castro, el alcalde, estaba pletórico. En una terraza se lo iban turnando las televisiones, carrusel informativo que empezó a las 7.00 luego de ducharse tras una noche sin dormir. "Somos capaces de soñar lo más grande y hemos demostrado que lo hacemos realidad", decía a todo el que le plantaba un micrófono delante. Los getafenses le daban la razón y no luchaban por salir de su dulce sopor tras la apabullante victoria sobre el Barça.

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