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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El bronceado de Sarko

El nuevo presidente electo de Francia, Nicolas Sarkozy, tenía que haber hecho gala de mayor sensibilidad antes de embarcarse el lunes, para disfrutar de unas breves y merecidas vacaciones con su familia, en el yate de su amigo, el industrial multimillonario Vicent Bolloré.

Es verdad que el viaje a Malta no le ha costado un céntimo al erario público. Pero el que será el próximo miércoles presidente de la República no tenía que haberse subido en tales fechas a la embarcación de uno de los grandes empresarios del país. Hubiera demostrado así, no ya su desapego al lujo en una persona que no ha podido hacer una fortuna personal, sino, sobre todo, la autonomía de la política frente a la economía privada. Un presidente de Francia, como de cualquier país en democracia, debe saber separar la política de las amistades cuando éstas tienen claros intereses económicos y mediáticos. Es un elevado precio personal a pagar. Pero el que se prepara a ser el inquilino del Elíseo durante los próximos cinco años comenzará a descubrir pronto lo que ha de ser la soledad del poder cuando se llega a esas alturas.

La polémica ha sido probablemente exagerada. Pero Sarkozy ha comprendido su alcance, especialmente tras su insistencia sobre la ayuda a prestar a aquellos que la vida ha castigado y sus mensajes, como recordaron ayer los socialistas, "a la Francia que se levanta temprano". Tanto es así que ha rectificado. Ayer cortó las vacaciones y se presentó, muy bronceado, en París para estar presente en un acto junto al actual presidente Chirac, con el que compartió gobierno y partido. Sarko parece haberse alejado totalmente de su antecesor. Ni siquiera le citó el domingo por la noche tras su victoria. Ayer ambos celebraron el aniversario de la abolición de la esclavitud.

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