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Reportaje:GESTIÓN Y FORMACIÓN

El lado oscuro de la ambición directiva

Los líderes que "nunca tienen suficiente con lo que se consigue" se queman a sí mismos y a sus organizaciones

Una cosa es querer prosperar como persona y profesional y otra bien distinta es convertir la propia existencia en una carrera constante por obtener cada vez más dinero, poder y reconocimiento. Los expertos en psicología laboral advierten que los lideres que "nunca tienen suficiente con lo que se consigue" se queman a sí mismos y a las organizaciones que dirigen. Este lado oscuro de la ambición, añaden, "responde a una profunda carencia nunca satisfecha, que provoca angustia y depresión".

"Se suele admirar la riqueza, el poder y la fama, pero estos rasgos externos no son los que proporcionan la verdadera felicidad", dice Piñuel
La gran paradoja de la ambición es que nunca deja satisfecho: por muy increíbles que sean los resultados, siempre quieres más", afirma Pérez

"La ambición jamás se detiene, ni siquiera en la cima de la grandeza". Así se sinceró, en el ocaso de su vida (1821), el emperador francés Napoleón Bonaparte, quien cosechó muchas victorias en el campo de batalla, pero pagando el precio más elevado: su propio equilibrio interior, según relatan varios historiadores. Al parecer, ninguna de sus conquistas consiguió dejarle satisfecho.

Por mucho que las cosas hayan cambiado desde entonces, la ambición sigue acompañando a los personajes que la sociedad considera que "han triunfado", muchos de los cuales son hoy grandes empresarios o altos directivos de multinacionales, señala el psicólogo laboral Iñaki Piñuel, profesor de recursos humanos de la Universidad de Alcalá de Henares.

No obstante, cuando se reflexiona acerca de la ambición en el trabajo "hay que diferenciar entre el loable afán de superación para llegar a ser útil a la sociedad, con el egoísmo mezquino de quien sólo está interesado en su propio provecho individual", apunta Piñuel, autor de Neomanagement. Jefes tóxicos y sus víctimas (Aguilar). En su opinión, "los directivos que basan su gestión empresarial en el deseo de obtener mayores beneficios año tras año, sin tener en cuenta los medios para conseguirlos, suelen hacerlo inconscientemente, dejándose llevar por la vorágine del sistema del mercado actual, cada vez más competitivo".

Aunque es evidente que dicha presión externa existe, suele ser la excusa con la que justifican su ambicioso liderazgo, que esconde "motivaciones psicológicas más profundas", sostiene Piñuel. El problema radica en que cuentan con el respaldo indirecto de la sociedad, que "suele admirar la riqueza, el poder y la fama cosechada por estos profesionales, sin caer en la cuenta de que estos rasgos externos no son precisamente los que proporcionan la verdadera felicidad", concluye.

Efecto dominó nocivo

Aunque a corto plazo se consigan importantes logros económicos, está demostrado que a la larga este estilo de liderazgo excesivamente ambicioso tiene consecuencias muy nocivas para la organización. Entre ellas, destaca "el efecto dominó, mediante el que gran parte de los colaboradores incorpora la ambición en sus quehaceres profesionales, para así ser aceptados y respetados", subraya Diego Vicente, profesor de comportamiento organizacional del Instituto de Empresa.

A partir de entonces, para mantener las tasas de crecimiento cosechadas, "la plantilla comienza a trabajar por encima de sus posibilidades, lo que va desgastándola progresivamente", añade Vicente. En estos casos, "es frecuente la aparición de burnouts y estrés, lo que enrarece el ambiente laboral, que poco a poco va perdiendo la perspectiva de su actividad para transformarse en un entorno marcado por la insatisfacción, la competitividad y el resentimiento", lamenta.

Frente a esta insostenible situación, que provoca la marcha de los profesionales con más talento, normalmente se responsabiliza a la cúpula directiva. Así, el 36% de los empleados (siete millones de españoles) haría examinar a su jefe por un psicólogo, según el informe Cisneros 2005.

De hecho, muchos de estos adictos a la ambición son pacientes de psicólogos o psiquiatras especializados en trastornos derivados del exceso de trabajo. "Este tipo de personas alberga una carencia interior, un inconformismo que no se ajusta a la realidad de los hechos y que encuentra su razón de ser en la falta de autoestima y autoaceptación", entre otros factores, explica Empar Pérez, psicóloga clínica del centro médico Teknon, en Barcelona.

En su opinión, "la gran paradoja de la ambición es que nunca deja satisfecho: por muy increíbles que sean los resultados obtenidos, este tipo de directivos siempre quiere más y más". Este exceso comporta "trastornos de ansiedad, angustia y depresión", que a su vez les mueve a "hacer mal uso de ciertos fármacos, consumir cocaína o abusar del alcohol", apunta Pérez. Para poner fin a este sufrimiento, barnizado por una falsa capa de triunfo, el afectado debería buscar ayuda médica, poniendo punto final, al menos temporalmente, a una brillante trayectoria profesional.

Libros recomendados:

El fetiche del crecimiento, de Clive Hamilton (Laetoli); Corporación: La búsqueda patológica de lucro y poder, Joel Bakan (Volter); El mal dinero. Reflexiones sobre la codicia y la avaricia, de Aída Aisenson (Editorial Biblos); Momentos perfectos, de Eugene O'Kelly (Alienta Editorial), y Encuentro con la sombra, de Connie Zweig y Jeremiah Abrams (Kairós).

En <i>Wall Street,</i> Michael Douglas encarna a un magnate sin escrúpulos, cuyo único objetivo es ganar dinero.
En Wall Street, Michael Douglas encarna a un magnate sin escrúpulos, cuyo único objetivo es ganar dinero.

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