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Crónica:Verdades estadísticas | Elecciones 27M
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una cuestión de ganas, más bien

Javier Sampedro

La parábola clásica contra las verdades estadísticas -si tú te comes un pollo y yo ninguno, nos hemos comido 0,5 pollos cada uno- no hace más que dispararle al pianista, si te fijas: no es un argumento contra la estadística, sino contra sus intérpretes más obtusos. Para lo que sirven nuestros 0,5 pollos es para compararlos con los 0,7 pollos que se comen, digamos, los franceses. En sí misma, seguro que esta segunda cifra es otra verdad estadística, y el pianista francés podrá protestar: "Si tú te comes un pollo, tú otro y yo ninguno, nos hemos comido 0,7 pollos cada uno". Y es cierto, pero el caso es que algo debe ir mal cuando los franceses nos sacan de promedio 0,2 pollos per cápita, ¿no creen?

Otra cosa es interpretar bien las cifras. Tomemos, por ejemplo, la edad de la madre al tener el primer hijo. Según el impagable Anuario Social de España 2004 del servicio de estudios de La Caixa -el trabajo de referencia en nuestro país, en el que se apoyará exhaustivamente esta columna-, las madres que son más jóvenes al tener su primer hijo viven en Ceuta, Melilla y Almería (primer parto a los 23,5-23,8 años).

¿Qué significa esto? El dato puede usarse para reafirmar nuestros prejuicios de pianista: que la juventud de las madres es un indicador del escaso desarrollo de la sociedad en la que viven; que si las mujeres tuvieran más oportunidades laborales, las propias de un entorno urbano y moderno, retrasarían más su primer parto. Verdades estadísticas.

Pues no tan deprisa, amigos. Porque si luego buscas los máximos en la misma tabla (primer hijo a los 26,1-26,3 años), no te salen Madrid y Barcelona -esos supuestos entornos vanguardistas de nuestra pieza para piano-, sino Soria, Guipúzcoa, Guadalajara y Zaragoza. ¿Qué pasa aquí?

Anímese a opinar: tenemos abierto un blog para ello (http://blogs.elpais.com/javier_ sampedro/). No importa que usted aborrezca la estadística: de lo que hablamos ahora no es de la denostada ciencia de los 0,5 pollos per cápita, sino del olvidado arte de interpretarlos correctamente (que es a lo que se dedican también los estadísticos profesionales, no se engañen). Tampoco importa que sea usted de Soria o de Guadalajara. Y desde luego no importa que sea de Ceuta o de Melilla: ésa es justo la opinión que mejor nos vendría en este caso.

Abro el fuego con la hipótesis más simple: ¿Y si, después de todo, el retraso del primer hijo tiene menos relación con el desarrollo de una provincia que con su clima? La primera condición para tener un hijo, no lo olviden, es tener ganas de tenerlo, y las temperaturas de Almería podrían ser más estimulantes para ello que las de Soria, si se mira bien. Y, desde luego, el primer hijo no suele ser el último: Ceuta y Melilla tienen también las mayores tasas de crecimiento vegetativo (nacimientos menos muertes).

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A ver, ¿qué dice ahora nuestro pianista?

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