_
_
_
_
_
AL VOLANTE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Deportividad estética

El Bravo tiene un diseño deportivo, tanto en la línea como en el interior, que está cuidado e incluye un salpicadero atractivo. Pero su estilo deportivo no se traslada al comportamiento, que prima más el confort que la eficacia. Aunque el volante se regula en altura y distancia, el puesto de conducción no está conseguido: los asientos delanteros son cortos de banqueta y tienen un respaldo duro con mucho apoyo lumbar que sujeta poco en las curvas y penaliza el confort.

Turbodiésel y seis marchas

Más información
Diseño atractivo con el mejor precio

El motor 1.9 turbodiésel del Bravo se vende en versiones de 120 y 150 CV con cambios manuales de cinco y seis marchas, respectivamente. La unidad de pruebas montaba el más potente, que ofrece unas prestaciones brillantes y destaca por su elasticidad. Empuja con fuerza desde 1.600 vueltas y va subiendo de régimen de forma progresiva hasta superar las 4.000, aunque no hace falta apurarlo.

Esta respuesta, unida al buen escalonamiento de las marchas, permite viajar con brío y circular en ciudad sin reducir a menudo; algo que se agradece, porque el accionamiento del cambio es lento y, sobre todo, impreciso. Por lo demás, en carretera mantiene buenos ritmos de crucero a punta de acelerador, adelanta con brío y supera las subidas casi sin que se noten. Y como no hace ruido, exige vigilar el velocímetro: es fácil superar los límites sin darse cuenta.

El consumo es correcto, aunque superior al de otros rivales. Gasta seis litros en conducción tranquila y pasa de ocho en ciudad y si se estiran las marchas.

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

Equilibrio mejorable

El diseño deportivo del Bravo no se refleja en el comportamiento y confirma un cambio en Fiat, que tradicionalmente ha primado la agilidad y el carácter, y ahora busca más el confort. Las suspensiones filtran bien los baches y son cómodas en conducción relajada, pero no presentan el equilibrio idóneo cuando se mantienen ritmos más vivos en zonas viradas. Mientras el tren delantero tiene unos reglajes blandos y una dirección algo lenta que exige mover el volante más de la cuenta, el eje trasero se agarra muy bien, y esa descompensación aumenta el balanceo lateral. Esta reacción se nota más con las ruedas 205/45/17 opcionales de la unidad de pruebas, y afecta más al confort que a la estabilidad. Así, en trazados rápidos y autopistas con buen piso permite viajar con comodidad y seguridad, porque tiene un comportamiento estable y aplomado que da confianza al conductor. Y los frenos y el ABS ofrecen una respuesta correcta y viene de serie con el ESP.

El Bravo incluye dos detalles muy prácticos en ciudad: el sistema de arranque en rampa -evita que el coche se vaya hacia atrás al soltar el freno en las cuestas- y la dirección asistida regulable, que permite elegir un programa más suave al aparcar. Pero la visibilidad trasera es reducida e invita a adquirir los sensores de aparcamiento opcionales (317 euros).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_