'El Caballito' cocea
Joe Cole, al que Ranieri quiso mandar a Rusia y que siempre está en el punto de mira de Mourinho, encarrila al Chelsea hacia la final
Joe Cole (Islington, Londres, 1981) descubrió tres cosas cuando fichó por el Chelsea, en 2003: que los italianos son malos, que en Rusia hace frío y que Desailly, con su currículum envidiable y su tendencia a lanzar comida contra los escenarios, era el peor público posible para el debut de un cantante.
Claudio Ranieri, ex técnico del Valencia y entonces al frente del Chelsea, acababa de ver cómo el genial Zola se retiraba y pensó en Cole para reemplazarle. Su diagnóstico no pudo ser más positivo: "Es un regateador que puede jugar en cualquier parte del medio campo e incluso por detrás de los dos delanteros. Es inteligente, fantástico en el uno contra uno y un gran pasador. Puede regatear, marcar y pasar. Es fuerte. Y, además, es inglés". Entre las alabanzas de Ranieri y su orden de mandar a Cole a Rusia, cedido al CSKA, una semana. Se sospecha que descubrió a un jugador indolente. Se sabe que Cole no se marchó. Y se conoce que el público de Stamford Bridge le ovacionó el miércoles cuando marcó ante el Liverpool un gol que puede valer una final de la Copa de Europa.
Hasta hace poco, Cole era Show Pony, algo así como El Caballito, el poni, un animal bonito, de una elegancia plástica, pero incapacitado para el cuerpo a cuerpo. Eso ha cambiado bajo el mando de José Mourinho. El portugués ha conseguido que El Caballito cocee. Y la transformación ha reforzado el aprecio que le tienen la prensa y la hinchada del Chelsea.
Cole venía del West Ham, como Lampard. Los dos habían cruzado de acera, cambiando de equipo sin cambiar de ciudad. Los dos siempre han hecho gala de su condición de londinenses. "Cada nuevo fichaje del club", suele explicar Cole, "tiene que cantar una canción en el vestuario. Es un momento que da miedo, mucho más que debutar. Es horrible. Te destroza los nervios". Cole eligió Maybe it's because I'm a londoner [Quizás es porque soy londinense], compuesta por la némesis de Goebbles, Hubert Gregg, y se le unieron sobre un improvisado escenario Lampard y Terry, otros dos orgullosos capitalinos. Fue apoteósico, según cuentan quienes estuvieron presentes: Desailly y Hernán Crespo, incapaces de contenerse, empezaron a lanzar bollos con mantequilla a los cantantes, torturados por las voces de sus compañeros.
Desde entonces, Cole tiene el aprecio del vestuario y de los periodistas. Tener el de Mourinho le ha costado más: "Cuando la prensa quiere poner a Cole en la Luna [alabándole], le pateo. Cuando le quieren poner en el lado oscuro [criticándole], le agito. Cole sería feliz si yo dijera que es increíble. Pero necesito que Cole me dé más. Yo no formo parte de la película de la prensa. Mi película es otra".
Mourinho produce cintas de terror, según se deduce de sus exigencias a Cole. La película de Mourinho le obliga a defender. La película de Mourinho le ficha a un sustituto cada verano. La película de Mourinho enterró estas Navidades al inglés cuando éste superó una lesión de rodilla y luego sufrió una fractura por estrés en un pie. "Le hemos perdido para toda la temporada", dijo Mourinho. Tres meses después, Cole le había ganado el pulso: estaba de vuelta: "Usé ese tiempo para reflexionar sobre mi juego. ¿La comida, el peso, la potencia? Pensé en todo lo que podía hacer para volver más fuerte, más rápido, más delgado. Era sano y profesional [antes de la lesión], pero me he sentado a pensar en mi juego en conjunto. Intenté sonreír. No deprimirme. Las cosas no son fáciles. Son duras".
Cole ha aprendido tres lecciones en el Chelsea. Entre Rusia e Inglaterra, prefiere Londres. Entre vivir en la Luna o en el lado oscuro, la Luna. Y entre Ranieri y Mourinho..., la película de la prensa.
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