"No tengo derecho a investigar ni a equivocarme"
Iago Pericot (El Masnou, 1929) no es noticia porque esté a punto de estrenar un nuevo montaje, sino por todo lo contrario. A pesar de su dilatada trayectoria como escenógrafo, director escénico, pintor y profesor del Instituto del Teatro de Barcelona, no exenta de premios nacionales y medallas, a sus 77 años Pericot disfruta del mismo trato que un estudiante recién salido del Instituto. "Llamé al despacho del nuevo director del Festival Grec
[el argentino Ricardo Szwarcer] para presentarle mi último proyecto, Bachnu, y me pidieron que les mandara el currículum porque no saben quién soy", deplora.
Pregunta. ¿Su reacción?
Respuesta. Hice llegar el currículum, el catálogo de mi última exposición, El joc i l'engany (2004), que se hizo precisamente en la Virreina, y una grabación de Mozartnu, un montaje que tiene ya 20 años. Szwarcer me preguntó si era del año pasado...
P. ¿Bachnu quiere seguir la estela de Mozartnu?
R. Es una reflexión sobre la violencia y sus tipologías: la de género, la gratuita como diversión, la basada en el hecho diferencial... La música que la acompaña es La pasión según San Mateo, de Bach.
P. ¿Qué posibilidades hay de llevar a cabo un proyecto de nueva creación hoy en día?
R. Muy pocas. El teatro ha entrado en los esquemas comerciales, diría que incluso industriales; sus trabajadores son siempre los mismos. Aquí hay dos o tres familias teatrales: la del Lliure, la del Teatre Nacional, el Mercat y, por supuesto, Focus. Y yo soy un apátrida teatral. Para ir por libre he de pagar un precio muy alto. Dependo del apoyo económico de las instituciones. En el caso de Bachnu cuento con el apoyo del Mercat, pero no es suficiente. Como creador independiente no tengo derecho a investigar ni a equivocarme.
P. ¿Ya no podemos hablar de teatro de ideas en Cataluña?
R. Apenas. El teatro de ideas está dormido. No se apuesta por nuevas visiones del propio teatro, falta creatividad. Vivimos en un panorama de inmovilidad teatral. Habría que acabar con la censura formal, que es una especie de autocensura. Empiezas recortando escenografía, reparto, etcétera, por falta de medios económicos, y acabas por dejar de proponer una serie de cosas que sabes que te dirán que no interesan. Todo el teatro que he hecho sería muy difícil llevarlo a cabo en estos momentos; Rebel Delirium (1977), que presentamos en el túnel del metro, es incluso imposible.
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