Roger Waters inunda de música el Palau Sant Jordi
Una vieja radio, un bimotor de época sobre la misma, el humo de un cigarrillo en un cenicero, un vaso de whisky y una mano que al mover el dial pasaba de Elvis a Chet Baker de My funny Valentine. Eso era lo que el público veía y oía al entrar en el recinto y, sí, mejor no podía expresarse que la mirada de la noche se dirigía hacia atrás. Estos motivos llenaban la pantalla que presidía el escenario en el que Roger Waters interpretó anoche The dark side of the moon y una larga lista de éxitos de Pink Floyd en un concierto de tres horas en un Palau Sant Jordi repleto. El concierto comenzó pasados pocos minutos de las 21.30. Roger Waters vestía de negro impoluto que resaltaba sus canas. La pantalla borró radio, whisky y avión y los sustituyó por motivos rojos. El sonido era sobresaliente, espectacular.
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