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Columna
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Una buena política familiar

Una buena política familiar debería tener por objetivo conseguir que los dos miembros de cada pareja tengan la posibilidad de conciliar el desarrollo de su carrera profesional con el cuidado de sus hijos. Existen varios instrumentos para lograrlo.

En el ámbito del mercado de trabajo, los permisos de maternidad y paternidad, el apoyo a la contratación a tiempo parcial, las excedencias por cuidado de hijos y la flexibilidad horaria son las fórmulas principales. Todas ellas tratan de que los padres pasen más tiempo con sus hijos, lo que supone un coste potencial para el erario público y exige una cultura empresarial que perciba a los trabajadores también en su faceta de padres. Un balance de situación de España, en general, y Galicia en particular, muestra resultados poco positivos. Hemos avanzado algo en los permisos por paternidad; pero somos uno de los países desarrollados con menor contratación a tiempo parcial, menor frecuencia de excedencias y mayores dificultades para adaptar horarios laborales a necesidades familiares. Las administraciones públicas españolas dedican muy pocos recursos a promocionar estas prácticas y las empresas no son, en general, proclives. Con una probabilidad elevada, un abandono temporal del mercado de trabajo puede convertirse en definitivo. Solicitar una reducción en el contrato laboral, incluso para aquellas parejas que puedan asumir la reducción de ingresos paralela, es pura ficción, salvo en el sector público y algunas grandes empresas.

Un segundo ámbito es el de la atención a menores de tres años. Supongamos que una pareja se reincorpora a su actividad profesional tras el disfrute de sus permisos de maternidad y paternidad, y que no cuenta con el apoyo de familiares para cuidar al niño. Las opciones son precarias. Puede contratar a una persona para que lo atienda en su domicilio. Mas esto es costoso y no está subvencionado. Es una posibilidad al alcance de pocas parejas. Las guarderías privadas son una segunda opción, más barata, pero que de nuevo debe ser financiada por los padres. Las guarderías públicas o de empresa siguen siendo una opción muy limitada en cuanto al número de plazas. Y aunque en este caso también se están produciendo avances en Galicia, el déficit acumulado es tan grande que faltan aún muchos años e inversiones para que todos los padres cuenten con esa opción. Dicho lo anterior, es verdad que existe alguna ventaja fiscal en el IRPF y que hace ya unos años se aprobó una pequeña transferencia de 100 euros mensuales por hijo menor de tres años. Pero, en conjunto, la situación actual en este segundo ámbito está a años luz de Francia o Dinamarca. Países que, no por casualidad, presentan tasas de natalidad superiores.

Finalmente, hay que referirse a la atención a los niños en edad escolar y adolescentes. Más de lo mismo. Fuera de la plantilla de profesores y de algún personal de apoyo psicopedagógico, el personal y medios disponibles son escasos. Mucho me temo que los profesores de primaria y secundaria ya estén desarrollando tareas que trascienden las de transmisión de conocimientos, para situarse en el ámbito de la asistencia social y la política familiar. Probablemente haya que medir bien antes de tensar más la cuerda, asignando de facto tareas adicionales. La reciente propuesta de la consellería de educación de ampliar los horarios en los meses de mayo y septiembre ha sido saludada por las asociaciones de padres. Tiene su lógica. Pero quizá debería pensarse en que si el objetivo es facilitar la conciliación de la vida familiar y la profesional, la contratación de monitores de tiempo libre fuese más oportuna.

En definitiva, tenemos una política familiar cutre e impropia de los países de nuestro entorno. Estamos a la cola de la UE-15. Gastamos en política familiar significativamente menos que países como Grecia y Portugal. Seamos ambiciosos: la situación no se arregla exprimiendo más a los maestros, con dos horas de clase más al día en mayo y septiembre. Dediquemos más recursos. Para eso debería servirnos el crecimiento económico.

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