Con ruido no hay mensaje
Los expertos manejan un dato escalofriante: cada ciudadano recibe una media de cuatrocientos a mil impactos publicitarios diarios. ¿Cuántos se le quedan en la cabeza? ¿Qué opciones toma como cliente después de tanto barullo? Pues consume lo que ha consumido toda la vida o lo que le indica el mensaje más claro y sencillo de entre todos los ruidos que recibe. Más claro: en esta campaña electoral hay tanto ruido que no llegan los mensajes. Por eso el votante se quedará con el más sencillo, que es mayoritariamente el más vinculado a sus emociones como ciudadano y como persona.
A un mes de la jornada electoral del 27 de mayo uno asiste estupefacto a un ruido ensordecedor que cubre la campaña, cuando el ciudadano, si le dejan los intermediarios, se queda con el café de Zapatero y el sueldo de Rajoy. ¿Consigue algo el ruido contra Canal 9? ¿Cuántos van a dejar de ver la película de los lunes o el telediario de Luís Motes por los ruidos que mete el PSPV-PSOE? Los mismos de siempre, más aquellos que se vayan a ver el gol de Messi. Tanto ruido sólo enmudece el mensaje. Solo anima a la feligresía que suele estar sorda, ciega y muda.
Apunten lo que ha pasado en la campaña francesa. Allí solo hay dos mensajes: el cambio y el miedo al cambio. Y los dos suponen un apretón a la grandeur francesa. Por eso Sarkozy les dice a los franceses que les quiere tanto como quiere a Francia y Ségolène Royal ha quitado La Internacional y pone La Marsellesa para cerrar los mítines. Poco ruido y mucho mensaje hasta musical. ¿Cantará Pla el per ofrenar o sucumbirá a los ruidos que le aconsejan los asesores cortesanos que le han impuesto desde Madrid?
Es la gran confusión de las campañas políticas que no quieren valorar lo que está pasando en las campañas comerciales. El 85% de los nuevos productos fracasan porque se empeñan en cambiar los hábitos de la gente. Pero, como decía Lenin, los políticos están demasiado acostumbrados a tomar atajos para sustituir los poco fiables estallidos del pueblo para conquistar el poder. Los ruidos son los atajos que no llegan a ningún sitio.
¿Adónde le lleva a González Pons el atajo de ese Plan General de Ordenación Urbana que quiere montar desde Vinaròs a Pilar de la Horadada? A montar mucho ruido y poco mensaje. Bueno, el jueves dejó un mensaje claro en Castellón: los bosques son para el lobo y caperucita. Magnifico e ilusionante mensaje electoral. Las masas de la izquierda se amontonarán en las urnas para apoyar semejante propuesta sostenible del conseller mediático. Para mejorar todavía más su ruidoso mensaje lo hizo público el mismo día que RMG & Asociados anunciaba el éxito de la Sandía Fashion sin pepitas
O el ruido del informe económico de Zapatero en la Bolsa. Magnífica la situación de España justo cuando el Fondo Monetario Internacional dice que los tipos de interés del Banco Central Europeo alcanzarán el 4% y que es necesario frenar el gasto social, la inflación y el déficit comercial. Del ruido de Zapatero sólo queda que vamos a pagar más por la hipoteca.
El ruido no es un instrumento. Es el recurso cuando no hay mensaje. El PSPV-PSOE cree que montando mucha bulla ya tiene ganado el diez por ciento de votos que le separan de la mayoría suficiente para gobernar la Generalitat en tripartito. ¡Ilusos! Esos votos se conquistan uno a uno, mirando a los ojos al electorado, mandándole un mensaje de futuro y confianza. ¿Es así como lo hace el invisible Ignaci Pla? Más bien les huye y mira hacia otro lado.
Y es que, como dice el autor de La Miseria del Mundo y de Razones prácticas sobre la teoría de la acción, el intelectual francés Pierre Bourdieu, el número de personalidades de la escena política capaces de abarcar, articular y canalizar expectativas y las demandas de los electores no deja de reducirse a pasos agigantados. Y para que eso no se vea lo mejor es montar una mascletà. Mucho ruido.
www.jesusmontesinos.es
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