Una campaña llena de rarezas
Los debates de fondo han quedado embrollados por discusiones sobre genes, apelaciones al uso de símbolos patrióticos o polémicas sobre la identidad nacional y la inmigración
Un país que inventa coches como el dos caballos o el Espace, que cuenta con más de tres centenares de quesos distintos, que juega al rugby y mitifica a los intelectuales es un país distinto. Todos lo son, pero Francia un poquito más. La actual campaña a las elecciones presidenciales confirma esa diferencia. Y aunque el país se americaniza, el debate político pierde grandilocuencia y los candidatos se comportan como vendedores ante distintos públicos, la campaña de 2007 insiste en un buen número de rarezas.
Por ejemplo: son tres los candidatos trotskistas que pretenden la presidencia de la República, y un cuarto, José Bové, que, sin serlo, casi lo parece. No hay que olvidar que los tres trotskistas que se presentaron en 2002 sumaron casi un 11% de los votos, un resultado que habría sorprendido al propio Trotsky.
De los mítines se sale con la sensación de que 'Sarko', 1,60 de estatura, está en todas partes
EL CENTRO: PROTECCIÓN DE LAS 'PYMES'
Los 'históricos' del socialismo francés boicotean a Ségolène Royal. Dicen que no la entienden
JEAN-MARIE LE PEN: "Una vez elegido, ¡haré mermelada con el euro! (...). Yo soy la encarnación de la nación, del pueblo francés"
FRANÇOIS BAYROU: "Jugar con el miedo de parte de la población sobre el tema 'identidad amenazada' hace más difícil la integración"
NICOLAS SARKOZY: "Se puede querer a Francia y no ser nacionalista; decir que no se va a acoger a todos los inmigrantes y no ser racista"
También se cuenta con dos candidatos de derecha extrema, Jean-Marie Le Pen y Philippe de Villiers, e incluso uno del pintoresco movimiento Chasse, Pêche, Nature et Tradition (Caza, Pesca, Naturaleza y Tradición). Por fin, la campaña francesa incluye a algunos candidatos como los que también se encuentran en otras latitudes: un liberal-conservador (Nicolas Sarkozy), un social-cristiano (François Bayrou), una socialista (Ségolène Royal), una ecologista (Dominique Voynet) y una comunista (Marie-George Buffet).
El candidato que ha hecho más cosas insólitas es Nicolas Sarkozy. Pese a representar a la derecha, en los discursos se llena la boca de citas de Jean Jaurès y Léon Blum, dos de los mitos históricos del socialismo francés. Y no sólo eso: ataca a los patrones voyous (golfos o granujas) y reivindica el valor del trabajo. A continuación promete suprimir todos los impuestos que gravan las herencias. O lo que es lo mismo, se muestra a favor de un país de asalariados y de rentistas. No está mal.
Pero eso no es todo. Sarkozy dice que la delincuencia o el suicidio adolescente están inscritos en los genes. En su día ya intentó proponer una ley que permitiera analizar el código genético de los bebés revoltosos. Ahora, Sarkozy promete garantizar pena de cárcel para los delincuentes reincidentes y se afirma dispuesto a acabar con la inseguridad, y lo promete después de haber estado cinco años en el Gobierno, cuatro de ellos como titular de la cartera de Interior y con 55.000 coches quemados a lo largo de 2006. Un balance como para inspirar confianza.
Eso sí, nadie sabe cuidar su imagen tanto como él mismo. Una foto de tres metros de altura de la cara de Sarkozy acoge al visitante en la sede electoral de este candidato: así no le cabe la menor duda de dónde está. Y de sus mítines se sale con la sensación de que el pequeño Sarko -mide poco más de 1,60- está por todas partes y lo controla todo. Él, siempre solo en escena, aparece en directo y simultáneamente en decenas de pantallas. Omnipresente.
No es ésa la estrategia de la muy pulcra e inmaculada Ségolène Royal, una candidata socialista a la que boicotean todos sus camaradas históricos. No la entienden, dicen. Y es cierto que a veces es difícil seguirla, sobre todo cuando se mete en el terreno pantanoso de querer arrebatarle temas a la derecha: la familia, el orden, la identidad. Para lo primero imagina cursos y vigilancia para las familias desestructuradas o en descomposición; para los retoños más gamberros sueña con una disciplina militar, literalmente; contra la crisis de identidad del país, mucha bandera tricolor y mucha La Marsellesa (el himno nacional).
Ségolène está haciendo una campaña de reuniones tupperware: ella en el centro respondiendo las preguntas de la audiencia, sabiamente dispuesta a su alrededor. Le sale mejor que cuando se va a mitinear con zapatos de tacón alto por los barrizales de Chile. Ese día, sin duda, se sintió embajadora del glamour francés. Los genes.
Tampoco en ningún otro país del mundo todos los candidatos se sienten obligados a darse un garbeo por el Salón de la Agricultura y fotografiarse junto a una vaca o con un corderito en brazos. Ahí el que se sentía como en casa era el social-cristiano François Bayrou, no en vano es -oficialmente- campesino, pues cría caballos de pura raza y alquila sus sementales. Por su parte, el ultraderechista Le Pen, con 78 años bien cumplidos, explica sin ningún apuro que "no hago reuniones de 4.000 personas porque me basta salir en televisión para que me vean 11 millones". Cuando va a una de esas reuniones, en la prestigiosa Escuela de Ciencias Políticas, Le Pen no se corta un pelo para recomendarle a una asistencia femenina que sabe que nunca le votará que "el mejor sistema de contracepción es la masturbación". Desde una perspectiva un poco cuartelera, eso también debe de ser genético, ¿no?
EL CENTRO: PROTECCIÓN DEL ALAS 'PYMES'
EL CONCEPTO de social-economía, junto con la necesidad de una reducción de la deuda pública, son los ejes de la propuesta política del candidato centrista, François Bayrou. "Quiero reconciliar la economía y lo social. Quiero crear un ambiente amigable para las empresas, en el que el Estado es un socio y no un adversario. Al mismo tiempo, sé que los asalariados necesitan protección y seguridad. Les defenderé". Estas son algunas de sus ideas:
ø Aprobar una ley de protección y apoyo a las pequeñas y medianas empresas, que les reservará el 20% de los programas en los mercados públicos y simplificará su entorno jurídico y fiscal.
ø Para todas las empresas, posibilidad de crear dos puestos de trabajo exentos de impuestos.
ø Eximir del impuesto de sucesión los patrimonios de hasta 200.000 euros.
ø Eliminar en tres años el déficit operativo del Estado francés.
ø Crear 20.000 viviendas "supersociales" al año y reservar un 25% a la vivienda social en cada gran proyecto inmobiliario.
ø Reducir en un 15% las emisiones de efecto invernadero.
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