El talento acude al rescate de Caparrós

Los entrenadores son tercos. Se empeñan en que los futbolistas jueguen pendientes del retrovisor. Corren malos tiempos para el talento. También para la afición. Y sucede que este tipo de jugadores que son condenados a calentar banquillo por la disculpa del planteamiento táctico, luego son los que acuden al rescate.

Ayer lo comprobaron Joaquín Caparrós y Paco Flores, los entrenadores del Depor y del Nàstic. Al primero le salvó los tres puntos Iago, un sutil centrocampista de la cantera coruñesa. El segundo, que ninguneó al Deportivo durante el primer tiempo pero con escaso peligro, pudo empatar el partido cuando alistó al brasileño Gil, a Makukula y a Grahn con Portillo, que hasta ese momento parecía un náufrago.

Caparrós le debía una a Iago. Después de ser el revulsivo la temporada pasada, ésta ha penado en la grada por la única culpa de jugar con tiralíneas. Ya había botado tres faltas con delicadeza y, cuando le entregaron el lanzamiento decisivo, la pelota le agradeció su toque y se coló a cámara lenta en la escuadra izquierda de Bizzarri.

El Nástic, que había creído en el empate hasta el gol del Dépor, recuperó el nervio en ataque. Pudo marcar en una volea que Portillo estrelló en el larguero. El Depor jugó los últimos minutos atrincherado. Lo hizo con un futbolista menos por la expulsión de De Guzmán, y se quedó con tres puntos que, quizá, no merecía.