Ironía y transformación
En los últimos años hemos asistido al ascenso incesante de la creación artística china en el panorama internacional, una presencia que ha caminado en paralelo a los grandes cambios sociales y económicos sufridos por el país, cada vez más cerca de los parámetros occidentales. Diversos festivales, bienales y exposiciones colectivas se han ido haciendo eco de una realidad artística compleja y atractiva, que muestra altas dosis de madurez, gran capacidad de observación y análisis de las rápidas transformaciones que se van sucediendo en la sociedad y una profunda imbricación entre la creación actual y la revisión de sus tradiciones y su historia.
Si hasta principios de los años noventa el protagonismo correspondió a la pintura, a mediados de esa década serán la fotografía, y progresivamente el vídeo, los que se instalen como los soportes preferidos por múltiples artistas para desarrollar sus propuestas. En el caso del medio fotográfico, es realmente interesante su evolución. A lo largo de los años ochenta hubo un incipiente desarrollo de una fotografía documental con una clara función crítica y social, que seguía el estilo de los grandes maestros occidentales del documentalismo. La posible evolución de estos trabajos, con una clara intención política opuesta al uso preferentemente propagandístico que hasta entonces se había hecho de la fotografía, fue radicalmente interrumpida por las autoridades tras los sucesos de la plaza de Tiananmen en 1989. Pero cuando se reactiva de nuevo y se expande el uso del soporte fotográfico a mediados de los años noventa, no será por la vía del documentalismo, como por otra parte suele suceder en aquellos contextos geográficos en los que se producen fuertes cambios políticos y sociales, sino mediante un uso de la imagen de corte experimental o conceptual, que es lo que caracteriza buena parte de la creación fotográfica actual en China.
ZHÙ YI! FOTOGRAFÍA ACTUAL EN CHINA
Artium
Francia, 24. Vitoria
Hasta el 23 de septiembre
A la vista de las obras reunidas en esta exposición, pueden definirse tres ejes fundamentales por los que de una manera u otra transitan los intereses de estos artistas.
En primer lugar, aparece la
importancia que ocupa en sus trabajos la revisión crítica de la historia reciente del país, una mirada planteada en términos de recuperación de la memoria a partir de la recopilación y utilización de fragmentos de vida y símbolos con una fuerte carga representativa. Éste es el caso de obras como la excelente serie de Hong Hao, que agrupa y acumula objetos ligados a diferentes épocas; las imágenes de Sheng Qi, sobre cuya mano parcialmente mutilada reposan diversas fotos ligadas a su memoria; o los árboles genealógicos y las imágenes de locales asamblearios abandonados de Shaoyinong & Muchen.
Un diálogo con el pasado que no se limita sólo a la denuncia de la herencia política y social de las últimas décadas, sino que se extiende en su caso a la evaluación de lo que supone el peso de una tradición cultural milenaria, una herencia compleja y un tanto ubicua que en ocasiones se convierte en cita estética, en otras, en denuncia de la presencia de valores anticuados y obsoletos, y en las más interesantes, en una reapropiación del pasado que se contrapone a la incertidumbre y la deriva de la actual sociedad china. Pueden ejemplificar bien este interés las obras de Miao Xiaochun, que introduce la figura de un personaje tradicional en escenas que reflejan la vida actual; o las de Huang Yan, que reproduce motivos de la pintura tradicional sobre su cuerpo.
En segundo lugar, destaca el discurso sobre el cuerpo y la identidad, asociado a la naturaleza performativa de un buen número de las obras presentadas. De hecho, el arranque a mediados de los años noventa de la fotografía experimental en China estuvo ligado a un grupo de artistas centrados fundamentalmente en la realización de performances que luego documentaban fotográficamente. Progresivamente, en esta exposición se observa cómo la fotografía fue dejando de ser un medio de mero registro de las acciones para pasar a ser el objetivo final de las performances. En esta exposición hay interesantes obras de destacados artistas en este terreno, como Ma Liuming, Cang Xin, Li Wei o, el más conocido de todos ellos, Zhang Huan. El cuerpo aquí es usado a un mismo tiempo como medio simbólico de denuncia y de afirmación, como sujeto metafórico en el que se manifiesta y proyecta la violencia política y la incertidumbre social.
En paralelo, la reflexión sobre la identidad y la cuestión de género también aparecen en el centro de un buen número de obras. Por una parte, la denuncia de la situación de la mujer como objeto de una particular represión y negación de su identidad, como dejan ver los trabajos de Cui Xiuwen o Liang Yuanwei, y, en especial, la serie de Chen Lingyang, en la que asocia el ciclo de la naturaleza al registro de sus propias menstruaciones. Por otra, la amenaza que pesa sobre el desarrollo de la identidad y sobre la libertad individual, tanto en el pasado, bajo el peso de la uniformidad que impuso el principio de lo colectivo, como en la actualidad, por la alienación del individuo en una sociedad que camina hacia la hegemonía del consumo y los principios del desarrollo capitalista. Propuestas como las de Yang Yong y Weng Peijin sobre la juventud urbana reflejan bien esta nueva problemática.
Precisamente es ahí, en los
profundos cambios económicos y sociales de la sociedad china, donde se sitúa el tercer foco hacia el que dirigen su interés estos artistas. El crecimiento desmesurado y casi siempre irracional, la desestructuración social, la irrupción brutal de un afán consumista, los falsos ideales y las promesas de bienestar asociadas al desarrollo económico son objeto de una mordaz mirada en estos trabajos. El análisis del contexto socio-económico en el que se mueve actualmente el país es abordado con un tono de absoluta ironía que en muchas ocasiones raya la parodia.
Es interesante además observar la frecuencia con la que los propios artistas se incluyen en sus obras, cómo se representan formando parte de la escena, convirtiéndose así en observadores autoparódicos de la realidad que muestran. Si hay un autor que represente bien esa interpretación y ese comentario cargado de humor y lucidez sobre la compleja situación actual de China es Wang Qingsong con sus elaboradas y acabadas escenificaciones, sin duda uno de los trabajos más atractivos de esta exposición.
Podría decirse, a la vista del desarrollo de la fotografía china en estos últimos diez años, que la poesía se ha ido transformado en ironía, que el dramatismo y la expresión del dolor han ido dejando paso a la parodia y al comentario satírico, que de alguna manera, la evolución del país y de la sociedad hacia la aceptación de los principios del capitalismo occidental ha llevado pareja también una cierta occidentalización de la mirada crítica de estos fotógrafos.
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