Seguridad, identidad y nacionalidad
El debate sobre la delincuencia se adueña de la campaña electoral francesa
El tema de la seguridad que marcó las elecciones francesas de 2002 y propició la llegada a la segunda vuelta del ultraderechista Jean-Marie Le Pen, amenaza ahora con situarse en el centro del debate. De la mano del conservador Nicolas Sarkozy, la campaña ha dado un brusco giro hacia la derecha y el populismo. El desempleo, la pérdida del poder adquisitivo, las pensiones o las deslocalizaciones industriales; los problemas de fondo que centraron el inicio de la campaña, han sido sustituidos por cuestiones como la identidad nacional, la inmigración o la delincuencia.
Todos los sondeos señalan que Sarkozy y la socialista Ségolène Royal están empatados en intención de voto y que el centrista François Bayrou les sigue a poca distancia. Esto explica los gestos del primero hacia su derecha, donde Le Pen mantiene un cesto de votos en torno al 13%.
Está por ver si este intento de rebañar papeletas por su diestra será suficiente como para contrarrestar la movilización que se está produciendo en los suburbios de las grandes ciudades, en las zonas más deprimidas, y no sólo entre los jóvenes. En los últimos 12 meses casi dos millones de franceses han pedido su carta de elector, una cifra muy superior al crecimiento demográfico y la mayor del último cuarto de siglo. Mayoritariamente es un voto de las barriadas que los institutos de opinión no registran y que podría ser decisivo.
Todos los sondeos señalaban que la inseguridad ciudadana había caído hasta el sexto lugar en las preocupaciones de los franceses, pero los incidentes del martes en la Estación del Norte de París, donde durante ocho horas grupos de jóvenes se enfrentaron a la policía, ha resucitado el tema que hace cinco años apartó a la izquierda de la carrera presidencial. En juego está el balance de la política de Nicolas Sarkozy al frente del Ministerio del Interior.
El único capaz
Pero, al igual que sucedió en 2005 cuando los jóvenes de las barriadas incendiaron el país, el candidato conservador reivindica estas violencias para presentarse como el único capaz de hacer frente a la barbarie. Así, ayer, lejos de arrugarse, Sarkozy insistió en sus críticas al "laxismo" de la izquierda. "Me duele el corazón de ver cómo algunos candidatos buscan excusas para los ladrones, los delincuentes y los violentos", dijo.
Ni la socialista Royal ni el centrista François Bayrou justifican la actuación de los jóvenes que destrozaron la estación, pero plantean el fracaso de la política de seguridad de Sarkozy. La desconfianza y el odio hacia las fuerzas del orden se detecta en amplias capas de la sociedad. Para Royal, la realidad es que la seguridad "se ha degradado" en los últimos cinco años, y el balance de Sarkozy en Interior no es otro que el de haber enfrentado a los franceses y "fracasado" en su tema estrella: la seguridad.
Lo cierto es que la tarde del martes, las personas que transitaban por la estación estaban dispuestas a creerse que la policía había realizado todo tipo de abusos sobre jóvenes indefensos. Ayer fue juzgado el involuntario protagonista de la trifulca: un hombre de 32 años, de origen congolés, en situación irregular pero que lleva en Francia más de 15 años, cuando llegó con su madre por razón del agrupamiento familiar. Gritó y se revolvió porque no quería someterse a la habitual humillación de un control policial.
El único que ha mantenido silencio en torno al incidente es Le Pen, tal vez porque considere que no necesita incidir sobre lo obvio. Como tampoco lo ha hecho sobre la identidad francesa y sus símbolos. Ha sido también Sarkozy quien lo ha situado en el centro del debate con su proyecto de crear un Ministerio "de la inmigración y la identidad nacional".
Y no se ha quedado solo. La candidata socialista, para pasmo de muchos votantes de izquierda, ha pedido a los franceses que se aprendan la letra del himno nacional, La Marsellesa. Los grupos como AC Feu (juego de palabras que quiere decir "basta de fuego"), un colectivo que pretende concienciar a los candidatos sobre los problemas de las barriadas, y que ha jugado un importante papel en la movilización para votar, tienen ahora un grave problema con la deriva patriótica de Royal.

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