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Juicio por el mayor atentado en España | 11-M

Tirar la piedra y esconder la mano... negra

El ex jefe de la Policía se niega a desvelar quién le habló de un informe misterioso sobre el 11-M

Los terroristas están encerrados en un piso de Leganés y ya está atardeciendo. El director de la Policía llega al lugar y una agente de los antidisturbios se coloca a su lado.

La misión de la mujer durante aquella tarde es la de protegerlo con su cuerpo y con su escudo de cualquier bala perdida. El piso explota y sobre ambos cae un polvo blanquecino que al señor director, sano y salvo gracias a Dios, le deja el abrigo perdido.

-Nunca olvidaré la cara de aquella mujer.

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El antiguo señor director, hoy eurodiputado del PP en Bruselas, podía haberlo dejado ahí. Podía haber dedicado su declaración ante el tribunal a contar con precisión el trabajo de los policías que él mandó durante 22 meses y su partido durante ocho años y después volverse a Bruselas con la cara alta y el honor intacto. Nadie en la sala estaba por meter el dedo en su llaga, nadie por recordarle que fue bajo su mandato cuando se produjo el mayor atentado de la historia de España. Pero Díaz de Mera no quería pasar así, sin más, por el juicio. No traía ese encargo. Debía continuar el trabajo de sombras iniciado por su partido hace tres años y para ello aprovechó el interrogatorio del fiscal.

-El día 14 de marzo se manejaba la posibilidad de que el atentado hubiera sido una colaboración de ETA con grupos islamistas. Había conversaciones o escritos de presos de la banda que daban pábulo a que había relaciones con determinados extremistas.

Ya estaba. El eurodiputado ya se había asegurado un sitio en los titulares del día siguiente. Poco importaba que prácticamente todos los agentes que ya han pasado por el juicio hayan dicho justamente lo contrario. Nada importaba que, durante tres años de trabajo y 100.000 folios, ni jueces ni fiscales ni policías ni guardias civiles hayan encontrado una pista cierta, un indicio, algo que no sean bulos, maledicencias o especulaciones.

-No hay más preguntas y muchas gracias por su declaración.

El fiscal despide así a Díaz de Mera. Pero la conspiración es una criatura voraz. Necesita más. Mucho más. Uno de los abogados de la acusación que desde el principio del juicio ha dedicado más preguntas a poner en entredicho la actuación de la policía -de la policía que mandaba Díaz de Mera- que a situar contra las cuerdas a los acusados, José María de Pablo Hermida, inicia su interrogatorio citando una intervención del eurodiputado del PP en la cadena Cope. En ella, Díaz de Mera hablaba de un supuesto informe que supuestamente se había encargado y donde supuestamente se hablaba de la supuesta colaboración entre ETA, Al Qaeda y los atentados del 11-M. De Pablos, que ve ahí una veta para subir a la gloria, quiere saber más e incita a Díaz de Mera a que se explaye.

El eurodiputado del PP, tal vez sintiéndose en terreno propicio, habla de una fuente misteriosa. "Mi fuente me dijo que los autores concretos del informe eran un hombre y una mujer". Y es entonces cuando se escucha la voz del juez. "Señor Díaz de Mera, aquí usted comparece como testigo y tiene que decir su fuente". El eurodiputado se resiste. "No puedo, señoría, peligraría su puesto de trabajo". Gómez Bermúdez no es un contrincante fácil ni un juicio es una emisora de radio. "Señor Díaz de Mera, de que no peligre el puesto de trabajo de su fuente ya nos encargamos nosotros, pero según el artículo 710 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal usted tiene la obligación de decir su fuente". Al eurodiputado le empieza a temblar la voz muy claramente. "No me lo tome a desacato, pero...". No había peros. Habla Gómez Bermúdez. "Debe escribir el nombre de su fuente en ese papel y entregárselo al secretario. Si no, tendré que abrir un proceso contra usted por desobediencia". A Díez de Mera no le llega la camisa al cuello. Se agarra a la palabra desacato como si fuera un flotador. "No me lo tome a desacato, pero no puedo traicionar a mi fuente...". El juez Gómez Bermúdez se crece. Alterna el tono de general y el de confesor. "Le ruego que medite, le doy cinco minutos, consulte si quiere con sus seres queridos...". Díaz de Mera se hunde en la silla. "Pero señoría...".

El juez decide interrumpir la sesión durante cinco minutos. El ex director general de la Policía los pasa encerrado en el despacho del secretario, con un policía en la puerta custodiando su soledad. El abogado De Pablos está pálido. Cuando el juez reanuda el juicio ya se sabe que Díaz de Mera tendrá que pagar una multa de 1.000 euros y esperar al resultado del proceso por desobediencia abierto contra él. Lo último que dice suena a brujería, a invocación a los espíritus, a mesa camilla y vela que se mueve:

-Mi fuente nos estará viendo. Si quiere, que dé un paso al frente.

Qué mal rollo.

El ex director general de la Policía Agustín Díaz de Mera.
El ex director general de la Policía Agustín Díaz de Mera.ULY MARTÍN

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