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Reportaje:

Pulso por la libertad de expresión

El Supremo de EE UU debate si una pancarta colegial apoya las drogas

Yolanda Monge

La mayoría de la gente ni siquiera entiende su significado. Bong Hits 4 Jesus. O lo que en una traducción aproximada significaría Fúmate una pipa de agua por Jesús (en las fiestas, los estudiantes, de forma irónica, beben "a la salud de Jesús", en un símil con la oración "recemos por Jesús"). Pero la frase tiene al Tribunal Supremo de Estados Unidos echando humo. Sólo falta que en la sala bajen la luz y se escuche a Bob Marley. ¡Y pensar que Douglas Ginsburg tuvo que retirar su candidatura al Alto Tribunal bajo la presidencia de Ronald Reagan porque había consumido maría!

Una profesora denunció al alumno que exhibió el lema "Fúmate una pipa de agua por Jesús"

El más importante conflicto sobre libertad de expresión respecto a los estudiantes que ha alcanzado el Tribunal Supremo desde la guerra de Vietnam se basa en algo vago, ingenuo, casi absurdo: Bong Hits 4 Jesus. El autor del eslogan tenía 18 años y quiso aprovechar el hecho de que la antorcha olímpica pasaba por su localidad, Juneau (Alaska), camino de los juegos de invierno de Salt Lake City, para llamar la atención. Corría el año 2002. Joseph Frederick sólo quería divertirse, salir en televisión y fastidiar a la directora de su instituto. Y lo ha conseguido. ¡Vaya que si lo ha conseguido! La semana pasada la frase estuvo en todos los noticieros. En cuanto a la supervisora, Deborah Morse, le irritó tanto la frasecita de marras, para ella ofensiva, que le suspendió cinco días. Cuando Frederick retiraba la pancarta parafraseó a Thomas Jefferson ("El discurso censurado es discurso perdido"). Entonces Morse perdió del todo la paciencia y le dobló el castigo hasta los 10 días de expulsión.

Han pasado cinco años y el clásico conflicto entre el alumno rebelde y la profesora severa no ha parado de crecer. Denuncia tras denuncia, pleito tras pleito y juicio tras juicio, "Morse versus Frederick" ha llegado al Supremo. ¿Y ahora qué? En el corazón del asunto está la tensión entre la libertad de expresión y la disciplina escolar. El único precedente se remonta al año 1969, cuando el máximo tribunal dictó que un colegio no podía impedir que los alumnos portasen brazaletes negros en protesta por la guerra de Vietnam.

El caso ha engendrado extraños compañeros de cama. A Frederick le representa la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, en sus siglas en inglés). Además de los miembros de la ACLU, estos días se manifiestan delante del Supremo progres, fumatas y hippies junto a líderes de la derecha devota, que se han unido a la causa porque temen que un veredicto en contra merme la libertad de expresión de los estudiantes religiosos, como, por ejemplo, usar expresiones bíblicas para condenar la homosexualidad. Y luego está Kenneth Starr (sí, ese Kenneth Starr, el fiscal independiente que fue azote del presidente Clinton durante la investigación del caso Lewinsky), quien ha dado un paso al frente como voluntario y por amor al arte para defender al colegio de Juneau.

El colegio sostiene que la pancarta del alumno Frederick incita al consumo de marihuana. El alumno insiste en que sólo quería divertirse, salir en la tele y que la frase la copió de una pegatina de una tabla de snowboard. "Para mí era algo divertido", declaró la semana pasada a la prensa Frederick -que ahora tiene 23 años y enseña inglés en China-. "La frase era lo de menos. No intentaba decir nada sobre la religión. No intentaba decir nada sobre las drogas. Sólo intentaba decir 'algo'. Quise hacer uso de mi derecho a la libertad de expresión. Eso fue lo que hice". Hasta junio no se sabrá el veredicto del Supremo. Pero todo apunta a que la Constitución norteamericana protege el derecho a la libertad de expresión de incluso aquellos que no tienen nada que decir.

Manifestación de estudiantes por la libertad de expresión la pasada semana ante el Supremo en Washington.
Manifestación de estudiantes por la libertad de expresión la pasada semana ante el Supremo en Washington.AP

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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