Destellos en la ría de Huelva
Marismas y muchas historias entre Moguer y la punta del Sebo
Los versos de Juan Ramón Jiménez dibujan la cal de los pueblos y el vaivén de las aguas. Dunas, aire y sal en la confluencia de los ríos Tinto y Odiel.
Recuerdo que cuando niño / me parecía mi pueblo / una blanca maravilla, /un mundo mágico, inmenso; / ¡Qué blanco, qué blanco todo! / ¡Todo qué grande...!". Es la memoria sentimental de Juan Ramón Jiménez la que describe su pueblo natal, Moguer, blanco y luminoso. A Moguer, como a Palos de la Frontera y todos los otros pueblos de la ría del Odiel en su confluencia con el Tinto, a la marisma de Huelva, se llega en primerísimo lugar a través de la luz. Blanca y frontal al mediodía; naranja, casi rosada, al atardecer; blanquiazul en la noche.
La marisma crece y decrece con la luz y las mareas: "A ti he llegado, riomar, / desiertoriomar de onda y de duna, / mar para el pie y para el brazo. / Tú me das movimiento en solidez, / movimiento de amor con arena. / Por ti, desierto mar del río de mi vida, / hago tierra mi mar. / Por mí, mi riomardesierto, / la imagen de mi obra / no es ya la ola detenida, / sino la tierra sólo detenida / que fue inquieta, inquieta, inquieta". La marisma de Huelva, en la confluencia de los dos ríos, revienta de olor, como de luz; es una criatura viva y retráctil, aparentemente serena, constantemente en movimiento, un cuerpo confuso compuesto de súbitos impulsos y obstinada constancia, como una carne tersa y prolongada.
No existe símbolo que, para ser explicado, no precise de la ayuda de otro símbolo. Moguer y Palos de la Frontera, símbolos del descubrimiento de América, precisan tal vez de ese otro símbolo callado, casi discreto, de la ría. El fantasma de Colón yendo y viniendo desde el monasterio de La Rábida hasta el magnífico convento de Santa Clara de Moguer a pedir ayuda a la abadesa (tía de Fernando el Católico) para su expedición, se corresponde con ese otro fantasma, casi abstracto, de la marea subiendo y bajando, dejando a barcos de todos los tamaños encallados momentáneamente en el fondo de la ría.
El burro Platero
Moguer es, como en la memoria infantil de Juan Ramón Jiménez, una superconcentración blanca de lo andaluz. Desde el convento de Santa Clara hasta la parroquia de Nuestra Señora de Granada, con su torre que "de cerca parece una Giralda de lejos", pasea otro fantasma célebre: el burro Platero. Enterrado junto a sus hermanos (Platero fue, en realidad, cuatro o cinco Plateros), descansa hoy en la casa natal del poeta. Palos de la Frontera es un cruce de caminos histórico; tartesa, visigoda, romana, musulmana. Los Reyes Católicos la compran al conde de Cifuentes en pleno proceso colombino, y de ella sale no sólo Martín Alonso Pinzón, sino casi la totalidad de la tripulación del descubrimiento; marineros castigados por sus incursiones ilegales a Guinea puestos al servicio de Colón junto a las dos carabelas propiedad de la Corona: la Pinta y la Santa María (la Niña fue construida en los astilleros de Moguer). La ría de Huelva es símbolo de ese otro símbolo del descubrimiento. Abierta y rosada, es la puerta abierta al mar de Doñana, especialmente en la punta del Sebo. Desde allí mira hacia la ciudad el monasterio de La Rábida, construido sobre la peña de San Saturno. Originalmente se levantó en ese lugar un altar fenicio dedicado al dios Baal, del que no quedan restos, sobre el que se construyó más tarde un monasterio que perteneció primero a los templarios, y posteriormente, a los franciscanos, que todavía hoy lo regentan. La Rábida, utilizado como símbolo en los años de la dictadura (no en vano se eligió este lugar para otra hazaña transatlántica: el vuelo del Plus Ultra), elude hoy cualquier tipo de mostrenca reivindicación política. Reducido a su sencillez extrema, se pueden visitar las salas en las que Colón discutió con los monjes la viabilidad de su proyecto, e incluso rarezas insospechadas, como unos frescos de Vázquez Díaz, conmemoración de uno de los aniversarios del descubrimiento. Es precisamente su sencillez, su tamaño humano (como el de las reproducciones de las carabelas a escala real que se pueden visitar en la ría), lo que da la dimensión del arrojo y la desproporción del mérito.
El río Tinto
Resulta desolador comprobar que esta batalla entre David y Goliat se repite hoy a otra escala con la proliferación de las industrias químicas. De las 21 empresas químicas de Huelva, seis de ellas están situadas precisamente en la punta del Sebo. En marzo de 2005, un informe de Greenpeace detectaba un nivel de radiación 97 veces superior al permitido en algunos puntos próximos al río Tinto. Pero también este Goliat tiene su David en organizaciones como la de La Mesa de la Ría (www.mesadelaria.org), en la que están activamente implicados colectivos civiles y políticos de la ciudad.
"Ahora parecerás", continúa Juan Ramón, "¡oh, mar lejano!, / a los que por ti vayan, / mar; ahora que yo te estoy creando / con mi recuerdo vasto y vehemente". La ría de Huelva, en la confluencia del Tinto y el Odiel, crea una enorme marisma que se abre desde la punta del Sebo hasta la lejana Punta Umbría. Pantanosa y cálida, una marisma siempre delimita el terreno de aquello en lo que la naturaleza se encierra para sí misma. El agua misma se vuelve extraña y difusa, y a medida que se acerca al mar, las olas van adquiriendo la tonalidad verdosa y densa del Atlántico. El aire, por su parte, se hace puro y liso como el de una salina.
Arriba y abajo, inmóviles, se concentran agua, duna, aire, delicados y bastos a la vez, como si trataran de imitarse unos a otros. Interrumpida por el vuelo de una cigüeña o de un flamenco, la marisma queda cortada como un pedazo de carne por un cuchillo largo y afilado; se abre. Hasta parece que la cigüeña misma ha brotado de la tierra, que es tierra, o agua, o sal: "¿Qué ser de la creación sabe el misterio: / el pájaro, la flor, el viento, el agua? Lugar de mar o cielo, / el mismo y otro siempre: / son las olas".
Andrés Barba (Madrid, 1975) es autor de Versiones de Teresa (Anagrama, 2006)
GUÍA PRÁCTICA
Visitas- Monasterio de La Rábida (959 35 04 11). Horario: de martes a sábado, de 10.00 a 13.00 y de 16.00 a 19.00; los domingos y festivos abre a las 10.45. Precio de la entrada, 3 euros.- Muelle de las Carabelas (959 53 05 97). Paraje de La Rábida. Palos de la Frontera. Reproducciones de las tres embarcaciones del viaje de Colón, además de exposiciones. Horario: de 10.00 a 19.00; cierra los lunes. Precio de la entrada: adultos, 3,30 euros; niños, 1,40 euros.- Paraje natural Marismas del Odiel Erebea (959 50 90 11). Carretera de Castilla-Las Islas. Huelva. Rutas guiadas a pie, en tren, barco y coche, siempre para grupos.Información- Diputación de Huelva (www.diphuelva.es).- Ayuntamiento de Moguer (959 37 18 98; www.aytomoguer.es).- Ayuntamiento de Palos de la Frontera (959 35 08 51; www.palosfrontera.com).- Oficina de turismo de Punta Umbría (959 49 51 60; www.puntaumbria.es).- Turismo de Andalucía (901 20 00 20; www.andalucia.org).- www.playasdehuelva.com.
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