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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Caricaturas a juicio

"Los límites admisibles de la libertad de expresión no fueron sobrepasados". El Tribunal Correccional de París ha absuelto con esta frase concluyente al director de Charlie Hebdo, el semanario satírico francés que publicó tres viñetas de Mahoma en solidaridad con el periódico danés Jylland-Postens. El fallo absolutorio ha venido a conjurar uno de los riesgos más importantes que se cernía y se cierne sobre la libertad de expresión, antes y después de la crisis de las caricaturas: el recurso desmesurado al delito de opinión como mecanismo para proteger dogmas que algunos grupos sociales consideran intocables. El Tribunal ha puesto en claro que el valor sagrado de una imagen o de una creencia para sus fieles no puede imponerse de manera automática a la totalidad de los ciudadanos.

Pero más allá del fallo que deja sin cargos al director de Charlie Hebdo, el proceso ha demostrado que el Estado de derecho dispone de procedimientos para resolver conflictos que, de forma muchas veces irreflexiva, se suelen colocar en un proceloso terreno ideológico en el que se pronostica o se desmiente la hipótesis del choque de civilizaciones. El Tribunal de París no se ha pronunciado, así, sobre un enfrentamiento entre la democracia y el islam, sino sobre la querella interpuesta contra el director de un semanario satírico por un grupo de franceses de credo musulmán que se han sentido ofendidos por la publicación de las viñetas. Entre éstos, algunos se han dado por satisfechos con el fallo; otros, en cambio, han anunciado su intención de recurrirlo, y están en su derecho.

Hay razones para celebrar el fallo absolutorio, pero también que el caso se haya dirimido en Francia a través de la justicia.

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