Freire y los nuevos 'sprinters'

Óscar Freire está oculto. De él no llegan últimamente noticias. Ni victorias ni dolores de espalda. Buena noticia. Cuanto menos se sepa del español antes de una gran cita, mejor. De su forma excelente se supo hace un mes, al ganar la Vuelta a Andalucía casi sin querer. Después, el silencio. Un paso discreto por la Tirreno-Adriático, en la que, en contra de su costumbre, no logró triunfos y permitió que algunos teorizasen: "Éste no es el Freire de otros años", "algo le pasa", "no sé"... Sin embargo, dos detalles contradicen a los pesimistas.

Uno. En la etapa del domingo de la carrera entre los dos mares, con final en un puerto, el cántabro se permitió un lujo, una diversión que sólo uno como él, tres Mundiales y una Milán-San Remo en su currículo, puede permitirse: pedaleó 130 kilómetros en fuga con un grupo y, llegado el alto, atacó y contraatacó, inquieto como un juvenil, hasta agotar sus fuerzas. Esta actuación dejó de piedra a sus rivales y dubitativos a los especialistas.

Dos. Sus declaraciones. "Llego con los deberes hechos", dice el de Torrelavega, que no suele engañarse ni engañar y que pasó la tarde de vísperas en el vestíbulo del hotel jugando con su hijo, Marcos, y hablando con su esposa, Laura. Fue otra ruptura de su rutina como lo había sido entrenarse por los alrededores de Milán en vez de ir a Ímola.

A su discreta e inmensa sombra, dos sprinters españoles, de los nuevos, intentarán demostrar su fe. Uno es el alavés Koldo Fernández de Larrea, que ganó la etapa del festival de velocistas de la Tirreno-Adriático. Otro, el cántabro Francisco Ventoso, que se impuso en una de la última Vuelta. Podrían ser tres, pero un atropello dejó fuera al murciano José Joaquín Rojas.

Frente a ellos, dos nombres. Si hay llegada masiva, el australiano Robbie McEwen. Si no, el brillante de Módena, Riccardo Riccò, habrá dinamitado la prueba en la subida al Poggio.