El misterioso ausente
Gravesen, figura central hasta el año pasado, ha renunciado a su selección, y sus compatriotas temen por su salud mental

Cuando Thomas Gravesen se enteró de que jugaría contra España en la ronda de clasificación para la Eurocopa, hace un año, se apresuró a informar a sus compañeros en el Madrid del destino que les esperaba. Haciendo la mímica del hachazo con la mano derecha, les pronosticó una noche dolorosa. "Vosotros los españoles sóis unos blandos", decía disfrutando de cada sílaba, de cada corte; "vamos a ganaros".
Hoy Gravesen no regresará al Bernabéu, a reencontrarse con la afición del Madrid, donde su presidente, Florentino Pérez, le había presentado como "el mejor jugador de Dinamarca". Le esperaba un verano difícil. Una pelea con Robinho, el desprecio de Fabio Capello y el traspaso al Celtic.
Su periplo en Glasgow se anunció glorioso. Adorado por la hinchada, unido sentimentalmente a la actriz de porno-suave Kira Eggers y protagonizando partidos importantes, el interior danés disfrutó del sueldo más elevado del Celtic. No por mucho tiempo. En el mercado de invierno, el técnico, Gordon Strachan, contrató a Paul Hartley, del Hearts. Desde enero, el tal Hartley lo despojó de la titularidad. Y no sólo Hartley. En el partido contra el Milan, de la Liga de Campeones, Strachan prefirió al canterano Sno. Alegó que Gravesen no obedecía sus indicaciones tácticas y prefería irse en busca del remate antes que quedarse a guardar la posición. Actuaba por su cuenta. Comenzaba a desconectarse. La renuncia a la selección danesa coincidió con su última crisis.
Desde entonces, Gravesen se ha encerrado en su mundo. No coge el teléfono a nadie. Ni siquiera a
John Sivebaek, su amigo y agente. El hombre se encierra en su casa. Ve una media de cuatro horas de fútbol por día y sólo se cita con sus más íntimos amigos y con Kira Eggers. Los periodistas que acompañan a la selección danesa aseguran: "Se ha vuelto loco".

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