Edmilson pierde su aura
El mediocentro azulgrana cede jerarquía y minutos de juego en el Barça
El aura de jugador importante se evaporó sobre Edmilson poco a poco y de manera tan imparable que, hoy por hoy, nadie sabe si el equipo le necesita, si es prescindible y si se siente tan a disgusto porque no juega que él mismo abrirá la puerta del Barça para salir a final de temporada, aunque su contrato concluya en 2008. Con eso no cuenta el director deportivo, Txiki Begiristan, que apuesta por la continuidad del brasileño, como tampoco el entrenador azulgrana, Frank Rijkaard, que le considera un jugador importante más allá de lo que digan los números y la evidencia de que ésta es la peor temporada de Edmilson en el Camp Nou desde que fichó en 2004.
Tras pasarse en blanco su primer año -se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla nada más empezar la campaña-, Edmilson, en su segunda temporada, fue alineado en 28 partidos de Liga y nueve de Champions al alternarse en el mediocentro con Motta y, ocasionalmente, con Márquez. Pero este año ha perdido su condición de casi titular indiscutible. Es cierto que este curso le ha perseguido la mala suerte, hasta el punto de que se pasó el Mundialito de Japón encerrado en una habitación del hotel en Yokohama por culpa de un virus intestinal, pero también lo es que, cuando ha estado dispuesto, Rijkaard ha preferido en las citas más trascendentes a Motta.
El brasileño ha dejado de ser titular indiscutible al prescindir Rijkaard de la figura del mediocentro
Consciente del mal momento por el que atraviesa, afirma: "No juego, no hablo"
"Tal vez le ha faltado continuidad, pero valoramos la necesidad de que otros jugadores también tengan minutos", acostumbra a explicar el entrenador cuando le preguntan por la alternancia en el medio centro. Falto de confianza, Edmilson ha ido perdiendo peso en el campo en vez de ganarlo, cuando su puesto exige algo más de jerarquía, hasta el punto de que, enrocado en sí mismo, hace tiempo que se niega a conceder entrevistas personales. En la última, dijo estar preocupado porque sentía la necesidad de dar un paso adelante en su juego: "Ni siquiera marco goles. Debo mejorar incluso en eso", manifestó a este periódico el brasileño, que no se ha estrenado en esa faceta esta temporada, aunque tampoco marcó ni un gol en sus dos primeros años como azulgrana.
Ayer, ni siquiera pisó la sala de prensa. "No juego, no hablo", dicen que dijo, por más que el departamento de prensa del Barcelona se negara a señalarle como el jugador que boicoteó la rueda de prensa fijada por el club. La última vez que pasó por la zona mixta instó a sus compañeros a ser un poco más profesionales y saber cuándo podían salir de noche y cuándo debían quedarse en casa: "Debemos saber cuándo decirle no a la familia o a los amigos", dijo tras ganar al Celta en el Camp Nou. Soportó reproches, perdió credibilidad dentro del clan brasileño y, herido, la pagó con los medios de comunicación, pues no se acerca a un micro desde entonces.
Tampoco habla en el campo, de donde parece haber desaparecido, más allá de los minutos basura. Tras jugar en mayo pasado casi lesionado la final de la Champions en París, y romperse después con Brasil justo antes de que empezara el Mundial de Alemania, Edmilson ha disputado esta temporada 21 partidos de Liga, 18 como titular y es el noveno jugador azulgrana en minutos disputados: 1.511. Sin embargo, en la Liga de Campeones sólo ha jugado dos partidos y es el 19º en la lista de minutos jugados, con sólo 133. "Se entrena mejor que nunca, en ese sentido es un profesional íntegro", reconocen en el cuerpo técnico, donde apuntan a una pérdida de confianza para explicar la situación por la que atraviesa. Comprenden los entrenadores que, con sus decisiones al elegir equipo titular, pueden haber colaborado a generarle dudas. "Su rendimiento ha sido bueno generalmente, pero en los últimos partidos hemos prescindido de la figura del mediocentro y usado a otros como centrales", asumen. Mientras, Edmilson, campeón del mundo con Brasil en 2002, se rebela a ser condimento del plato y desde la voluntad de liderazgo que ejerció en el São Paulo y en el Paris Saint Germain, se enroca para reivindicarse.
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