La desbandada, dolores...

El bar al que acuden muchos músicos de la Sinfónica después de los conciertos estaba medio vacío; o medio lleno para los más optimistas. La gente se había ido a dormir. Se comprende: preparar y tocar una sinfonía de Bruckner es como un maratón. Hacerlo dos semanas seguidas con viajes y la segunda con otra obra como telonera es más de lo que aguanta el cuerpo. Esta temporada se echa de menos desde las butacas a varios músicos: parece que las tendinitis han proliferado los últimos meses. Es la más que probable consecuencia de una mala programación heredada -hecha con más pies que cabeza y de obligada aceptación por los compromisos adquiridos- que la buena mano y la sensatez de un profesional como quien actualmente rige los destinos de la OSG corregirá sin duda en próximas temporadas.

Si a Jesús López Cobos se le considera con razón como alguien de la casa, un director amigo por sus muchas memorables actuaciones al frente de la OSG, flaco favor fue hacerle dirigir la Cuarta de Bruckner después de la Quinta que dirigió Inbal la semana pasada. En el concierto del viernes 16 se juntaron el cansancio, no sólo físico, de los músicos; la fatiga que produce en el común de la afición asistir a dos conciertos seguidos de tal densidad sonora; y, algo que pasa a veces, una actuación menos brillante de lo que acostumbra el director zamorano.

...y doloras

La Dolora Sinfónica, de Baudot, es un poema sinfónico deudor de la admiración que el compositor profesaba por Richard Strauss. Tiene alguna bella melodía y buen oficio, pero es algo reiterativa. López Cobos hizo una lectura correcta. La obra sonó más morriñosa que doliente: se echó en falta un puntito más de pasión, lo que la hubiera vigorizado notablemente.

Bruckner era muy influenciable, por sencillez de carácter y bonachonería. Esto le llevó a dos profundas revisiones de su Sinfonía nº 4, con un scherzo totalmente nuevo y el allegro moderato final muy cambiado. Esta versión, estrenada por Hans Richter en 1881, es la más conocida. La tocada por la OSG esta semana es la original de 1874, lo que ha despistado a más de uno que habrá echado de menos el scherzo de 1878 y su conocido tema de las trompas.

Gran trabajo de José Vicente Castelló en toda la obra, desde su primer solo de trompa que da unidad a la sinfonía. Sobresaliente, como toda la sección. La interpretación de la OSG fue de menos a más. La ejecución, firme pero algo falta de ligereza en ocasiones, fue tomando tensión expresiva y su final sonó con adecuada brillantez. La colocación antifonal de la cuerda, con los violines segundos a la derecha y contrabajos a la izquierda tras chelos y violines primeros, resaltó el gran trabajo de las violas y los violines segundos. La ejecución fue creciendo en brillantez lo que perdió en equilibrio dinámico. La colaboración de Massimo Spadano como concertino fue de gran valor para que al final todo llegara a buen puerto.