La ley de la calle está fuera de la ley
Después de prepararle el desayuno a su maravillosa chica capicúa, Juan Urbano fue a correr, como cada mañana, entre los árboles de la Casa de Campo y, mientras lo hacía, se preguntó si pronto iba a llegar un día en que la palabra "ley" no fuera más que un oscuro sinónimo de la palabra "negocio". Se le vino eso a la cabeza al oír la noticia de que las senadoras del PSOE, el PP y CiU se acababan de poner de acuerdo para evitar que la prostitución no sea regulada como trabajo y, en consecuencia, para que las personas, tanto mujeres como hombres, que ese mismo instante ofrecían sus servicios, a plena luz del día, a los clientes que iban a buscarlas, siguiesen siendo seres alegales.
¿Las prostitutas terminarán siendo alegales y sus clientes ilegales? Qué raro todo.
La explicación que daban las políticas era que al estar ligada la prostitución al tráfico de mujeres y otros delitos, no tenía las garantías de dignidad necesarias para poder darle la categoría de oficio, tal vez pensando que eso sería como considerar un profesional a un tahúr, un timador o un atracador. La verdad es que no entendió nada, porque no le parecía que las personas que en ese momento veía venderse, medio desnudas, en las cunetas del parque fueran delincuentes, sino víctimas. ¿Se ayuda a las víctimas de lo que sea, y éstas lo son sin duda porque, en la mayoría de los casos, las mafias que controlan ese horror las engañan, raptan, violan, golpean y esclavizan, por el método de dejarlas al margen de la ley?
Por otra parte, a Juan Urbano le parecía un disparate el modelo que se aplica en Suecia y se amaga en Madrid, que consiste en penalizar a los clientes, y por eso se le ocurrió lo de la ley y los negocios. Se acordó de que, por ejemplo, en España es muchísimo más fácil comprar tabaco que fumárselo, con lo que el negocio de venderlo es legal y, cada vez en más sitios, el placer de fumárselo está prohibido. Siguiendo esa misma línea, se volvió a preguntar, como otras muchas veces, por qué el límite de velocidad en nuestras autopistas es de 120 kilómetros por hora pero se comercializan y publicitan coches que corren a 250. Y con lo de la prostitución, ¿iba a pasar lo mismo? ¿Las prostitutas terminarán siendo alegales y sus clientes ilegales? Qué raro, todo. "Pues no me extrañaría", reflexionó, "con el peso que tiene en España la religión católica, que suele caer en ese tipo de paradojas incomprensibles, por ejemplo considerando un pecado ignominioso tanto querer morir, como hacen quienes reclaman su derecho a la eutanasia, como no querer morir, que es lo que les gustaría a tantos enfermos de sida que han contraído la enfermedad en África y podrían no haberlo hecho usando un simple preservativo. Pues que no hubieran tenido relaciones sexuales, parece querer decir la Iglesia en el segundo caso; y, en el primero: pues que no estuviesen enfermos. Y lo de las senadoras, por el estilo: pues que no sean putas". Así que, ya lo ven, ni condones, ni libertad, ni ley.
Siguió corriendo. Aparcados a orillas del bosque, algunos automovilistas negociaban lentamente con las prostitutas, supuso que el precio de sus servicios, el lugar al que iban a ir o lo que fuera. "Qué mala posición la suya", se dijo, "ser alegales, que es como ser invisibles o casi inexistentes, tanto las que ejercen ese ¿qué?... ¿Oficio? ¿Trabajo?".
¿Servicio?... de forma voluntaria como las que lo hacen por la fuerza, todas las que vienen a nuestro país tras la promesa de un trabajo normal, que son engañadas, que se quedan sin su pasaporte, que son robadas, que reciben un trato vejatorio... ¿No parece lo más lógico defender a las últimas y legalizar a las primeras, por el sencillo método de proporcionarles prestaciones sociales, asistencia médica y legal, protección contra sus verdugos, subsidios y demás?
De vuelta a casa, Juan Urbano sintió una profunda solidaridad hacia las personas que se vendían en la Casa de Campo y deseó para ellas una ley que las ayudase a salir de la pesadilla en que las han metido los delincuentes que las llevaron a la prostitución y las políticas que no quieren hacer nada para sacarlas de ella.
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