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Un hombre de la calle

Enrique Nóvoa basa su potencial político en el contacto con la gente

Cuando el pasado 2 de febrero Enrique Nóvoa tomó el mando del Ayuntamiento de Ourense de manos de Manuel Cabezas, la vida de este electricista orensano de maneras humildes alcanzó una cumbre apenas soñada.

Nóvoa llegó a la corporación local prácticamente de rebote hace 12 años. Cabezas se estrenaba en política para el Partido Popular con el reto de conquistar la alcaldía y los votos lograron que Enrique Nóvoa, que ocupaba el discreto número 14 de la lista, saliera elegido concejal.

Era 1995 y Enrique Nóvoa entonces era Poli, "el hijo del Amador de Cudeiro" -en aquella época, un popular bar de tapeo en el rural de la capital-, un electricista afanoso que se había hecho un hueco en la vida afilando cuchillos en un bajo de la calle Sáenz Díez. Un trabajador sencillo. Un pequeño empresario habituado al trato complaciente con los clientes.

Poli llegó a la corporación con aparentes pocas ínfulas, consciente del lugar que ocupaba y de la distancia que le separaba de Cabezas, ingeniero de conocida familia, empeñado en el barniz de una estética que el incipiente edil debía considerar un tanto frívola, a tenor de sus recientes declaraciones sobre lo poco que tienen en común, en especial en el contacto con la gente. "Yo soy un hombre de la calle; soy diferente" repite ahora incansable, desmarcándose de su predecesor desde que el PP decidió prescindir de Cabezas.

Su aseveración combina un acto de humildad y una demostración de fuerza. De hecho, socialistas y nacionalistas han acogido la designación interina de Nóvoa con recelo, conscientes de que los votos que inclinarán la alcaldía orensana se juegan en el rural en donde, según comentan sus allegados, el de Cudeiro manda con su carácter de paisano llano, su sonrisa campechana, su inevitable presencia en cuanto entierro se celebra, su cordial "cóbreme todo lo de la barra" o su reciente y polémica decisión de pagar (siendo ya candidato a la alcaldía) la calefacción de la iglesia de Cudeiro, acto de generosidad que el párroco agradeció con megafonía en la misa de doce del domingo.

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