El despertador del Nàstic
Portillo, que ya suma siete goles, ha reactivado al equipo en su lucha por la salvación
Ya sonríe. Le ha costado bastante porque la pelota no quería entrar y porque, según se quejaba, los medios no le dejaban respirar. "Es cuestión de rachas. Ya marcaré", se escudaba casi a diario. El domingo, ante el Sevilla, se asoció de nuevo con el Pampa Calvo, que le pone los centros desde el costado derecho donde a él le gustan, a la cabeza y entre los dos centrales, y batió a Palop. Dos semanas consecutivas viendo puerta. Dos jornadas victoriosas que estimulan al Nàstic, que persigue con denuedo la salvación, ahora a siete puntos. Javier García Portillo (Aranjuez, Madrid; 1982) ha vuelto a hacer lo que siempre hizo: goles. Le preocupa, sin embargo, el estado de su padre, que durante el partido sufrió una angina de pecho, aunque, según los médicos, sin gravedad.
"Me da igual sacrificarme en la defensa. Tengo confianza y juego donde sea"
El club tarraconense desestimó darle la mala noticia durante el descanso porque sabían que la situación del paciente no era alarmante y que estaba fuera de peligro. El Nàstic optó por dejarle concluir el partido frente al Sevilla. Tras marcar, poco le duró el festejo. "Han ingresado a tu padre...", le dijeron. Escopetado, agarró su Porsche Cayenne y fue sorteando el tráfico de Tarragona camino del hospital. "Lo siento, estoy cuidando de mi padre en el Clínico y prefiero no atender a la prensa. Él está pachucho, pero no creo que tarden mucho en darle el alta", se justificó ayer el ariete cuando fue requerido por este diario. "Los goles son algo que no se me había olvidado", soltó con simpatía.
Con 11 años y vestido de blanco, se convirtió en una máquina de hacer goles. Desde 1994 hasta 2002 consiguió el récord de dianas de la cantera del Madrid: 712, 397 en partidos oficiales y 315 en amistosos. "Es gol", le definió por entonces Jorge Valdano, directivo madridista. Al cabo de poco tiempo, Vicente del Bosque le dio la oportunidad de debutar con el primer equipo. Fue en la Champions y en Grecia, en marzo de 2002, contra el Panathinaikos. Minutos antes de finalizar el duelo, engachó un zurdazo desde 30 metros que quitó el hipo al público y las telarañas a la portería para estrenarse como goleador en la élite. Al día siguiente, 5.000 espectadores coparon las instalaciones de la Ciudad Deportiva para agradecérselo. Su idilio con las redes rivales siguió latente hasta fin de curso. Incluso cuando comenzó la pretemporada siguiente, tras endosarle dos goles al Rapid de Bucarest en el torneo Ciudad de Alicante, se permitió el lujo de sugerir al Madrid que no necesitaba a Ronaldo porque ahí estaba él. Desde la cúpula no le hicieron caso y, entre Ronie, Raúl y Morientes, le desplazaron al ostracismo durante dos años. Dejó detalles, sin embargo, de su olfato, como el tanto al Dortmund de Matthias Sammer que dejó al Madrid a un paso de los cuartos de la Champions. Harto de esperar una oportunidad, aceptó a regañadientes la cesión a la Fiorentina, primero, y al Brujas, después, que saldó de manera discreta.
Tampoco le sonrió la fortuna a principios de este ejercicio en el Madrid. Fabio Capello, de buenas a primeras, no le incluyó en la lista de jugadores que debían formar parte de la gira por Estados Unidos. Sin otra opción, se marchó del club. La mejor oferta que tenía era del Mónaco. "Prefiero el Nàstic porque quiero triunfar en la España", respondió Portillo. Pero con Luis César, el anterior técnico granota, no le salía nada. Sólo marcó dos tantos en la primera vuelta del campeonato. La llegada de Manolo Flores, en cambio, parece haberle reactivado. Suma siete dianas y es la máxima referencia en la punta del ataque. En Reus ya han creado una peña con su nombre. Un tanto escorado a la izquierda, Portillo debe prodigarse tanto en las tareas defensivas como en las ofensivas. O, lo que es lo mismo, debe cubrir las incursiones del lateral derecho y, cuando el equipo ataca, pisar el área y probar toda suerte de remates. "Me da igual sacrificarme en la defensa. Tengo confianza y juego donde sea", esgrimió el jugador ayer tras el entrenamiento. Luego, con prisas, acudió al hospital para visitar a su padre, que por primera vez en el año faltó al entrenamiento como espectador. El club esta semana le da manga ancha: debe cuidarle y tampoco podrá jugar, como indica una cláusula de su contrato, contra el Madrid, que tiene el derecho de recomprarle en los dos próximos años. El duelo del Bernabéu lo verá en su casa, situada en una zona residencial a las afueras de la ciudad, muy cerca de las instalaciones del club y de la playa. Cerca, también, de su padre.
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