Portillo descabalga al Sevilla
El Nàstic refuerza su aspiración a mantenerse en la máxima categorían a costa de un rival al que le pesa el liderato
Como si tuviera un agujero en el bolsillo, el Sevilla pierde el liderato nada más atraparlo. Ayer se encargó el Nàstic de arrebatárselo en un ejercicio que maduró con solemnidad y oficio. Portillo fue el estilete. Duro revés para el Sevilla, que ya tuvo el primer disgusto de la semana en la UEFA al empatar a dos en el Sánchez Pizjuán ante el Shakhtar, y que remató la faena al perder la posición de honor en la Liga a manos del Barça, que se contentó con empatar en el clásico frente al Madrid.
El Nàstic, con un juego directo y sin apenas transiciones, empequeñeció al Sevilla, equipo venido a menos en las últimas fechas, que se sustenta por el intervencionismo de Palop, la casta de Alves y la puntería de Kanouté. Ayer fallaron los tres y el Sevilla cayó sin remisión. Lo celebró el Nàstic, que persigue con denuedo la salvación. Derrocó al hasta entonces líder, contabilizó su tercera victoria en casa en lo que va de temporada, sumó tres jornadas sin perder consecutivas -un empate y dos victorias- y se queda a siete puntos de la salvación.
GIMNÀSTIC 1 - SEVILLA 0
Gimnàstic: Bizzarri; Calvo, Navas, David García, Marco; Cuéllar, Morales (Campano, m.71), Chabaud, Pinilla (Juan, m.71); Rubén Castro (Ismael, m.59) y Portillo. No utilizados: Álvaro Iglesias, Ruz, Matellán, Juan Díaz y Generelo.
Sevilla: Palop; Alves, Javi Navarro, Dragutinovic, David Castedo (Duda, m. 79); Navas, Martí, Maresca (Poulsen, m. 71), Puerta; Luis Fabiano (Chevantón, m. 65) y Kanouté. No utilizados: Cobeño, Escudé, Hinkel y Kerzhakov.
Gol: 1-0. M. 76. Portillo, en el interior del área, cabecea cruzado un centro de Calvo.
Árbitro: Velasco Carballo. Amonestó a a Morales, César Navas, Puerta y Chevantón.
Nou Estadi de Tarragona. Lleno. 14.500 espectadores.
Kanouté fue quien marró más oportunidades: cuatro. En una se le enredaron las piernas
El grupo de Flores, espoleado por su fiel y ruidosa afición, salió en avalancha
El equipo andaluz hizo buena ayer la máxima de que el equipo que perdona demasiado acaba perdiendo. Así ocurrió ayer en Tarragona, en un partido que ambos conjuntos disputaron con mucha intensidad y que se decidió a falta de un cuarto de hora. Fue en una ocasión aislada del Nàstic. Un martillazo para el Sevilla, que no volvió a crear el peligro que había generado a lo largo de todo el partido.
El Nàstic, espoleado por la ruidosa afición, que volvió a llenar el estadio, salió en avalancha al comienzo del partido. Flores tiene clara la apuesta futbolística del equipo, ésa que defiende que para llegar al marco contrario no hay nada más sencillo que abrir el balón a la banda, pisar la línea de fondo y rematar el cuero al fondo de la malla. Inclinado el ataque por la banda derecha, donde Cuéllar se multiplicó en infinidad de ocasiones y el Pampa Calvo dobló al interior otras tantas, el Nàstic casi culmina su idea. Pero todos sus centros se quedaron huérfanos de rematador. Bien porque a Portillo y Rubén Castro le faltan centímetros; bien porque Palop, siempre atento y un seguro, salió con acierto por arriba. El Sevilla, hastiado de tropezarse siempre con la misma jugada, exigió a Martí que ayudara en la tarea, que propiciara los dos contra uno y que solventara el agujero que no podía tapar David. Solucionado el problema, el Sevilla recuperó la esencia de su fútbol.
Con una presión tremenda en el centro del campo, obligó al Nàstic a ceder el cuero al tiempo que regalaba metros. Ahí apareció Alves, corriendo la banda con ferocidad; Kanouté, generando espacios tremendos con sus diagonales y desplazamientos hacia la banda; Puerta con su clase y desborde por el costado izquierdo. Una versión conocida. Pero Kanouté, al igual que el resto de delanteros que se sucedieron a su lado -Luis Fabiano y Chevantón-, erraron en la definición. Pero fue el pichichi quien marró más oportunidades. Cuatro claras; dos las desbarató Bizarri, una el palo y la otra él mismo, que se enredó incomprensiblemente con las piernas.
El conjunto hispalense generó su mejor juego cuando presionó en posiciones avanzadas, cuando atosigó al Nàstic en la salida del balón. Tanto fue así, que nadie se sorprendió cuando Kanuté remató un centro de Navas al fondo de la red. Pero el colegiado estimó que era fuera de juego y anuló la jugada. Gesto que soliviantó al Nàstic, que mediante contragolpes se volvió a desplegar por los costados y a destilar un juego tan dañino como profundo. En una incursión, provocó el saque de esquina, la clave del encuentro. Lo sacó Cuéllar, flojo y sin peligro, pero el rechace cayó en los pies del Pampa Calvo que, desde la línea de tres cuartos, se inventó una asistencia milimétrica para Portillo, que remató de cabeza como marcan los manuales de fútbol: picada y al palo; imposible de alcanzar para Palop. Le ayudó, sin embargo, la pasividad de los dos centrales sevillistas, que se miraron el balón y el remate como si la cosa no fuera con ellos.
Tras el tanto, el Sevilla desapareció. Debió pensar que, al igual que el aceite y el vinagre, la suya con el liderato es una disociación por decreto. Pincha el Sevilla; sueña el Nàstic con mantenerse entre los grandes del fútbol.
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