Qué sabemos de Bolonia
Desconfianza, desconocimiento o ilusión de combate en los universitarios ante el espacio de educación superior
"De entrada, no". Revivimos los tiempos en que se postulaba esto contra la OTAN, pero ahora con estudiantes que lo aplican contra el llamado Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), también conocido como Convergencia Europea. Es lo que deriva del conocido como Tratado de Bolonia. Es decir, la compleja serie de intenciones y medidas para que se dé una homologación del desarrollo del estudio universitario entre los países del viejo continente que, en teoría, debería estar en marcha fluidamente en 2009 o 2010 (para muchos, cosa bastante impensable).
Unos territorios en los que, hasta no hace tanto, cada uno -más o menos- iba abiertamente a lo suyo y que ha afectado a aquellos que, estudiando fuera de casa, han intentado adentrarse en el laberinto de las convalidaciones. Sin embargo, la idea de la convergencia no es que se reciba con palmas entre los universitarios de la Comunidad Valenciana. Ni en el resto del país: un estudio del BBVA hecho público en diciembre de 2006 indicaba que casi la mitad de los estudiantes universitarios españoles asegura no tener ni idea de lo que es el EEES. En realidad, poquísimos tienen alguna más allá de la vaguedad. "Como la inmensa mayoría, no sé muy bien en qué consiste todo ese entramado", explica Abdón Tarazona, de 27 años, estudiante de Organización Industrial en la Universidad Politécnica de Valencia.
"Algo sé, porque te lo encuentras de cara, sé que cambia el valor de los créditos, y que tienes que aprobar unos para coger otros", dice. "Esto ya me ha afectado, y de manera engorrosa", apunta. "Está claro que será bueno para asuntos de movilidad, pero si quieres quedarte a estudiar en España, no", calcula. Así, una buena solución para Abdón sería "que se aplicara como algo optativo, que se pudiera estudiar a la española o a la europea".
Hay, sin embargo, otros que ni contemplan su aplicación de un modo tan singular. Por ejemplo Antoni Josep Cerdá, de 21 años, representante del sindicato estudiantil BEA en la Universidad de Valencia. "Lo que conocemos nos hace pensar que es absurdo plantearse una renovación de la enseñanza superior si no se renuevan también los cursos anteriores". "La convergencia pone mucho más énfasis en que los estudios estén pensados para el mercado, con lo que consideramos que los aparta de la esfera del saber investigador; empuja al alumno hacia el posgrado, lo que resultará una experiencia cara de la que no se podrá escapar".
"Además, valora al estudiante a tiempo completo, dando mucha importancia al trabajo de clase que se desarrolle fuera del aula, con lo que nos quita potestad de ocio, de buscarnos la vida laboralmente, de lo que sea", apunta. "Se incide en las clases prácticas, pero no se habla de si habrá aumento del profesorado, de que vaya a haber aulas con menos alumnos, o de si habrá dinero para hacer posible todas estas reformas: Nos tememos que se conjugará lo peor del sistema universitario americano con lo peor del de aquí", sentencia.
Pero no todos los alumnos ni sus organizaciones prevén el desastre. Carlos de la Cruz, también de 21 años, coordinador del sindicato estudiantil Campus Jove en la misma universidad, opina lo contrario: "La incardinación con Europa es necesaria, y muchas de las personas que se muestran contrarias, en otros contextos han estado a favor de una reordenación más práctica del sistema de clases". "Abrirse a los posgrados es necesario, porque hasta no hace tanto era cosa de las universidades privadas", apunta, "creemos que todas estas reformas modernizan la universidad pública, la sitúan un paso adelante y la hacen competitiva".
"En cierta manera, mostrarse en contra de ello es como ir en contra del euro", dice Adela Cortijo, vicedecana de Relaciones Exteriores en la facultad de Filología, "es algo que va a suceder porque formamos parte de un espacio común, y lo hemos de llevar a cabo de la manera más operativa posible, analizándolo y aplicándolo lo mejor que podamos". "La docencia debe cambiar, debemos enseñar al alumno a aprender y a que eso le valga fuera de la Universidad, y con eso no hay ni un solo alumno que no pueda estar de acuerdo, si aspira a dedicarse a aquello para lo que ha estudiado", apunta.
"Los profesores hemos de hacer uso en clase de herramientas digitales que ya nos facilita la universidad para establecer con el alumno un estilo de clase más participativo, alejado de la lección magistral de toda la vida". ¿Y qué pasa con los docentes que llevan toda esa vida aplicando ese estilo de clase? "Hay de todo", expone, "gente que se siente motivada, y gente que no se plantea el cambio de ningún modo; en un caso y otro, hablo de profesores de todas las edades, no sólo de personas mayores".
"El estilo de docencia del EEES está pensado para aulas de Dinamarca que tiene 20 alumnos", explica a su vez, Juan Antonio Marín, profesor de Ingeniería Industrial del departamento de Organización de Empresas en la Politécnica, "mientras que aquí ya sabemos que hay aulas hasta de 180 alumnos". "Sin embargo, es interesante impulsar ese cambio aún con un contexto como éste, yo llevo clases prácticas en las que se trabaja en subgrupos pequeños", continúa. "Pero es muy duro, un esfuerzo real para alumno y profesor". "Paradójicamente", insiste, "en nuestras universidades, se valora muy poco la docencia y mucho la investigación". Y añade: "Si Europa exige un mayor esfuerzo en métodos de docencia, pero el esfuerzo en ésta no se reconoce, ¿cómo alguien espera que se lleve a cabo sin más?".
Adela Cortijo apunta que en algunas carreras, los primeros cursos ya están dentro del llamado Proyecto de Innovación Educativa, que aplica el estilo de clases deseable para la convergencia, y que da créditos de más a los profesores contratados que lo aplican. Sin embargo, esto no sucede con muchos profesores asociados que ya imparten asignaturas de marcado tono práctico sin este aumento de créditos.
Una de ellas en Vanesa Prieto, profesora de periodismo infográfico, diseño gráfico y dirección de arte en prensa. "Muchos de nosotros no tenemos información clara de lo que significa el EEES, lo que nos llega sobre el asunto es muy técnico, difícil de entender en su aplicación, más allá de conceptos más o menos abstractos". Según Prieto, "sobre Europa, se debería transmitir todo de modo accesible, lo más claro y conciso posible". "Aunque me imagino que aún hay muchas incógnitas", dice, con acierto.
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