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Crónica:Fútbol | 25ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Revolcón a una Real sin fe

El Zaragoza reacciona y pone a los donostiarras más cerca del descenso

Jordi Quixano

Solo, sin oposición alguna, Aranburu recogió el cuero en la zona medular. Inició la carrera con ojos en la nuca y se plantó delante de César. Pero, cuando fue a disparar, Juanfran le arrebató la pelota y Aranburu, extasiado, se cayó al suelo. Resumen idóneo del partido. Careció de fe y de pulmones la Real Sociedad frente a un Zaragoza que venció después de presentarse tan sumiso al principio como rebelde e impetuoso al final del encuentro. Un ejercicio que le sirvió para desdibujar las dosis de pragmatismo que desparramó el conjunto donostiarra y encaramarse a la zona noble de la tabla.

Se ruborizó de entrada el Zaragoza ante el dibujo del contrario, un 4-2-3-1 que proponía un fútbol tan llano como efectivo. Esperó en campo propio, con las líneas bien apretujadas, para salir a la contra nada más recuperar el cuero. Vertiginoso, se desplegaba por el costado derecho, donde Gerardo doblaba al interior o donde Xabi Prieto, más adelantado, profundizaba para asustar con centros cerrados.

ZARAGOZA 2 - 3 REAL SOCIEDAD

Zaragoza: César; Diogo, Piqué, Gaby Milito, Juanfran; Óscar (Ewerthon, m. 46), Zapater, Celades, Aimar (Longás, m. 71); Sergio García (Nery, m. 85); y Diego Milito. No utilizados: Miguel; Chus Herrero, Lafita y Movilla.

Real Sociedad: Bravo; Gerardo, Víctor López, Mikel González, Garrido; Garitano, Mikel Alonso (Elustondo, m. 65); Xabi Prieto, Herrera (Díaz de Cerio, m. 71), Aranburu (Jesuli, m. 81); y Kovacevic. No utilizados: Riesgo; Rivas, Juanito y Novo.

Goles: 0-1. M. 16. Herrera aprovecha un mal despeje de Milito. 1-1. M. 52. Aimar. 2-1. M. 74. Diego Milito, de penalti. 3-1. M. 81. Ewerthon. 3-2. M. 90. Díaz de Cerio.

Árbitro: Megía Dávila. Mostró amarilla a Mikel González, Bravo y Diogo.

Unos 23.000 espectadores en La Romareda.

La táctica provocó un daño terrible al Zaragoza, al que le costaba sudores replegarse: los interiores no corregían su posición sobre el terreno de juego; los medios centro no podían con la marabunta de la segunda línea del conjunto rival, y los centrales se agobiaban ante las llegadas desde la segunda línea. Entre otras razones, porque los laterales zaragocistas también se prodigaban en las ofensivas y la media, que no daba abasto, apenas podía cubrir el espacio que dejaban los carrileros. Tal era el desbarajuste que a nadie le sorprendió el tanto de Herrera, que aprovechó dentro del área un pésimo rechace de Diego Milito.

Empecinado en practicar un fútbol de claqué, el Zaragoza pareció optar siempre por la jugada más barroca, la que podía arrancar un ¡oh! masivo en el graderío, pero que resultaba prácticamente imposible de ejecutar. Los zaragocistas se liaron con recortes rompecinturas, con infinitos pases por las cercanías del área rival y con un juego al primer toque. Se olvidaron, en definitiva, de probar la suerte de los disparos desde fuera del área. Pero la Real Sociedad sacó la lengua demasiado pronto y el Zaragoza despertó de su letargo.

Con el balón en los pies, sin apenas oposición, fue otra historia. Demostró el Zaragoza que su fútbol es estético, dictador. Más aún si recobra la imaginación en la zona de los tres cuartos. Así, el peligro lo ocasionaban Óscar y Aimar, cuando rehusaban de sus labores en las alas y trazaban diagonales hacia el interior para situarse en posiciones de entrelíneas. Opción válida porque la movilidad de Sergio García, que se hartó de caer a las bandas y arrastrar consigo a uno de los dos centrales, les habilitaba un espacio precioso por el centro. Y cayeron tres goles: Aimar fusiló desde dentro del área; Diego Milito transformó un penalti que Bravo cometió sobre él mismo, y Ewerthon regateó a Bravo para marcar a placer. Recortó distancias Díaz de Cerio, pero, sin fe ni pulmones, la Real sigue su cruzada para tratar de evitar el descenso a la Segunda División.

Ha transcurrido una jornada más y los hombres de la Real Sociedad observan cada ves más cerca, en efecto, la categoría inferior. No es de extrañar, por tanto, que, como contó su entrenador, Miguel Ángel Lotina, algunos de sus jugadores no disimularan sus lágrimas al llegar a los vestuarios. Se había esfumado otra oportunidad de enmendar la nefasta racha. Su lucha, hasta el pitido final, había resultado infructuosa. Acortó distancias a ultimísima hora en el marcador, pero ello le fue insuficiente para puntuar.

Diego Milito controla el balón ante Labaka.
Diego Milito controla el balón ante Labaka.EFE

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