El gran salto de Montaner
La española consigue la plata en longitud, su primera medalla en una gran competición
La cabeza, el carácter hace a las saltadoras, pero a veces no basta. Tres españolas saltaron ayer, cada una terminó el día con una historia, con un color. Feliz la de Concha Montaner, la gran promesa de siempre de la longitud, que a los 26 años tocó su primera medalla en una gran competición, la de salto. Gris la de Ruth Beitia, la cántabra de la altura que hace una semana dio su gran salto, 2,01 metros, y que ayer terminó cuarta, con 1,96 metros. Dura la de Naroa Agirre, la pertiguista que este invierno ha batido tres veces el récord de España, elevándolo hasta 4,56 metros, y que ayer no pudo con 4,50 metros y quedó fuera de la final de hoy.
El carácter. El odio a buscar disculpas cuando las cosas salen mal. A Naroa Agirre, que llevaba una mañana de nones, que dudaba, que no veía el salto, que estaba tocada psicológicamente desde que hace diez días en París no le fueran muy bien las cosas, se le rompió la pértiga en su segundo intento contra los cuatro metros y medio. Al susto, al verse de repente colgando de un hilo sobre el hueco del cajetín, a la molestia de unas manos acalambradas tras el latigazo, respondió con una demostración de coraje que le hizo reaccionar primero con templanza -agarró una pértiga demasiado blanda, incapaz de propulsarla a tal altura, y falló, claro- y finalmente con decisión. "A puro huevo, respondí", explicó. "Me podía haber cagado, pero he pensado que a otra gente ya se le había roto la pértiga y no le había pasado nada". Cogió la pértiga más dura de su panoplia, la reservada por si se presentaba la ocasión de enfrentarse a los 4,60 metros y la manejó con tal fuerza que salió volando, y entonces, en la fase aérea, su punto más débil, dudó. Derribó.
Se fue hasta los 6,69 m y no dudó en proclamar: "Este verano pienso comerme el mundo"
Beitia acabó cuarta en altura, y Naroa Aguirre se quedó fuera de la final tras romper una pértiga
Jerónimo Schwad, el técnico que entrena a Concha Montaner en Valencia lo explicaba como una cuestión mecánica. "Concha ha cambiado su carrera, hemos logrado que corra más alto, más elevadas las caderas, y con ello ha ganado regularidad", dijo el joven entrenador. Ramón Cid, técnico de la federación, más dado al estudio del factor humano, prefirió hablar de madurez, de cabeza. Cid habla de que Montaner ya posee recursos para resolver procesos de duda. "Ahora", explica, "procesa y modela sus saltos, lo que quiere hacer. Ya no es una ruleta rusa como antes, capaz de grandes saltos de vez en cuando". Y Concha Montaner, quien por fin terminó feliz y sonriente tras una gran competición, habla de "apuesta personal", de sacrificio. De decisión. Carácter, ella, a la que tanto se ha tildado de blanda. Todo cambió este invierno. Se lió la manta a la cabeza y decidió empezar a entrenarse con Juan Carlos Álvarez, el técnico que también lleva a sus amigas Carlota Castrejana y Patricia Sarrapio. El único problema es que Álvarez está establecido en Madrid. Solución: 15 días al mes en Madrid, 15 días al mes en Valencia, su casa. El ojo de Álvarez y la mano de Jerónimo. Las piernas de Montaner: cinco saltos válidos, los cinco por encima de 6,50 metros. Y el mejor, el quinto, 6,69 metros, Plata tras la inalcanzable portuguesa Nadie Gomes, 6,89 metros en el quinto. "Y este verano, a comerme el mundo", dijo Montaner. "No descarto para nada llegar de una vez a los siete metros. Y está el Mundial de Osaka...". Cuando tenía 21 años, en 2002, Montaner llegó a saltar 6,89 metros. Hasta 2005 no la superó: 6,92 metros.
Ruth Beitia dudó ante el listón a 1,96 metros, una altura que tiene dominada. Dudó dos veces y derribó las dos. A la tercera liberó adrenalina, instinto de supervivencia para no hundirse. Saltó. Y se despendoló. Pasó el péndulo al lado contrario, la hiperexcitación. No pudo con 1,99 metros. Cuarta. Por delante, la mejor competidora, Tia Hellebaut, también campeona de Europa al aire libre, una belga que ganó con 1,99 metros y que fue capaz luego, ya coronada campeona, de superar a la primera tres veces el récord de su país: 2,01, 2,03 y 2,05 metros. "Y yo que hasta entonces pensaba que todas saltábamos mal porque la pista era mala...", reconoció Beitia. Segunda, la pulga italiana, Antonietta di Martino, que sólo mide 1,69 metros y gracias a sus magníficos muslos es capaz de propulsarse 31 centímetros por encima de su cabeza.
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