Morientes marca hasta en sus peores días
Un gol del delantero le da una victoria apurada a un contenido Valencia ante un buen Celta
Morientes marca hasta en sus peores días. Es lo bueno de ser un goleador. No te sale nada: ni un regate, ni un desmarque, ni un pase, nada. Pero de pronto, sí, surge ese gran envío de Hugo Viana y él se eleva para empalmar un remate espectacular. Y manda el balón a una esquina. Es un gran goleador y lo será hasta que se retire. Lo sabe media Europa.
VALENCIA 1 - CELTA 0
Valencia: Cañizares; Miguel, Albiol, Ayala, Del Horno; Angulo (Silva, m. 46), Albelda, Baraja (Hugo Viana, m. 64), Vicente (Joaquín, m. 59); Villa y Morientes. No utilizados: Butelle; Curro Torres, Marchena y Moretti.
Celta: Pinto; Ángel, Contreras, Lequi, Placente; Pablo García, Tamas (Bamogo, m. 75); Gustavo López (Núñez, m. 75), Canobbio, Nené (Aspas, m. 75); y Baiano. No utilizados: Esteban; Areias, Jesús Perera y Oubiña.
Gol: 1-0. M. 67. Centro de Hugo Viana desde el pico izquierdo del área y remate acrobático de Morientes.
Árbitro: Álvarez Izquierdo. Amonestó a Tamas, Pablo García, Baraja, Albiol, Albelda, Cañizares, Silva y Villa.
Unos 45.000 espectadores en Mestalla.
También Mancini, que se acercó a Mestalla para ver a su rival del martes en directo. Y redescubrió la mejor versión de Joaquín, el único de los tres extremos derechos que probó Quique que rompió al Celta por esa orilla. Y a Hugo Viana, decisivo cuando apareció en el último tramo. El cuadro de Vázquez mereció tal vez mejor suerte. Pagó cruelmente casi su único error defensivo. Y la firmeza de Ayala y de Cañizares, éste en su partido número 400.
Pese a que tejió un fútbol paciente y miniaturista en los primeros minutos, el Valencia encontró escasos huecos en una defensa coordinada y tupida, la que implantó Fernando Vázquez en el Celta más reservado de los últimos años. Para una vez que el conjunto de Quique filtró la zaga viguesa, el juez de línea de la tribuna de Mestalla cortó con su brazo metálico un precioso pase de Baraja que permitía que Villa encarara a Pinto.
Poco a poco y sin advertirlo, el Valencia entró en una rutina muy perniciosa que detectaron tanto el público como el entrenador antes del descanso. El equipo ejercía un control muy plano y no sabía cómo sacarle partido. La prueba más evidente la representaron los centros desde la derecha de Angulo, siempre desde la mitad de la cancha celeste, nunca desde la línea de fondo. Pan comido para la defensa gallega. Sin profundidad por el extremo derecho, el cuadro de Quique se inclinó abusivamente por el izquierdo, donde Vicente percutió con la insistencia habitual, pero sin la chispa que han limado las cuatro semanas por lesión. El Valencia cargó su juego en dos reaparecidos, también en Baraja, que repartió el cuero a destajo, con la misión de llegar con un poco de ritmo a la crucial cita ante el Inter, donde no estará Abelda por sanción. Del Horno, por su parte, transmitió buenas sensaciones: las de un lateral rápido y metido en harina que puede descansar al exprimido Moretti.
Por mucha parsimonia que demuestre, nunca hay que menospreciar al Celta, equipo dotado de una calidad técnica muy por encima de su actual clasificación. Dejó constancia de ella en cuanto la presión valencianista llegaba algo descoordinada. Y quebró un par de veces la zaga local, las dos por la derecha, allí donde Gustavo López, a pie cambiado, centró de primeras. Sin remate en ambos casos de Baiano, que ejerció de Robinson Crusoe en la delantera ante esos dos colosos llamados Ayala y Albiol.
Descontento con Angulo, Quique lo retiró en el descanso a favor de Silva, que había sido reservado para el duelo de la Champions. La presencia de Silva por la derecha tampoco supuso grandes avances. Seguía sin alcanzar la línea de fondo. De ahí que Quique probara un nuevo inquilino, el tercero, esta vez Joaquín, el único que sí entendió qué se le pide a un extremo. Llegar hasta el fondo.
El Celta comprendió que éste era un buen día para pescar en Mestalla. Y adelantó sus líneas. Y atacó en oleadas, con idénticas consecuencias: las respuestas de Cañizares a Baiano, a Canobbio y a Nené. Exhausto Baraja, Quique le dio entrada a Hugo Viana, con la misión de recuperar el perdido centro del campo. Logró algo más importante que eso. Abrir la lata cuando parecía imposible. Cuando los delanteros no se iban de nadie y sólo Joaquín conseguía superioridad. En ese momento metió un centro como le venía, de primeras, enroscó la pelota y ésta voló hacia el punto de penalti. Entró como un panzer Morientes y la empaló con la pierna muy arriba. La colocó en plena escuadra. El Celta reaccionó con rabia y el árbitro pareció escamotearle un penalti a Baiano, barrido por Albelda. Vázquez efectuó los tres cambios de una tacada. Y agobió a un taquicárdico Valencia, pero sin gol, sin Morientes.
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