Nocturnidad
Viendo CSI (Tele 5) se me ocurre que debería existir una policía científica para averiguar las causas de la muerte de los programas-cadáveres. ¿Saturación? ¿Baja calidad? ¿Mala programación? CSI, por ejemplo, es un ejemplo de constancia de horarios mantenida gracias al éxito de audiencia y a la calidad del formato. La noche de Quintero (TVE), en cambio, ha empezado a sufrir el cambio de día que suele marcar el principio del fin, no se sabe si como consecuencia de los índices de audiencia o del delirante episodio de la censura a José María García, que fue debida (y desmedidamente) criticado por Quintero.
No es la única noche que peligra. A juzgar por el diálogo que el viernes mantuvieron su director Juan Carlos Ortega y el invitado Luis del Olmo, La noche americana (Cuatro) agoniza y requeriría de los servicios del doctor House. Ortega dijo que no sabía si regresaría, y daba la impresión de transmitir un mensaje más para náufragos que para navegantes. Después de anunciarse como una propuesta de autor por parte de los directivos de la cadena, LNA sufrió un rápido cambio de horario provocado por los resultados y la enfermiza ingeniería de los parrillólogos. Es legítimo que una cadena reestructure sus contenidos en función de sus intereses y criterios, pero estas modificaciones perjudican al espectador. LNDQ y LNA son dos ejemplos de inestabilidad de autor. En el caso del primero ya no sorprende, porque TVE lleva décadas dando palos de ciego (doble sesión seguida del dichoso torero Cayetano Rivera, o sea: barbaridad a granel).
En el caso de Cuatro sorprende más porque presumía de un modelo televisivo que no dependería de la ley de la selva. A medida que se afianza, en cambio, la cadena actúa cada vez más como sus competidoras. Por eso sería bueno que, en el momento de anunciar sus estrenos, dejara a un lado la retórica complaciente de la confianza y la apuesta por la calidad y la paciencia y se mostrara como lo que es: una televisión sometida a las mismas urgencias, injustas y despiadadas, del sector.
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