Bendita Copa
Bendita Copa Con una alineación muy ofensiva y una exhibición de calidad, el Barcelona firma un vibrante remonte en Zaragoza
No hay competición con más encanto que la Copa. El torneo está plagado de partidos sorprendentes. A veces fomenta la épica, otras abona la emboscada y normalmente depara resultados inesperados. Tampoco es una casualidad que el rey de la competición sea el Barça por su condición de club pasional, por más que su regularidad en la Liga sea indiscutible desde los noventa. La Copa propició que reapareciera la mejor versión del Barça, la que en su día engendró el dream team de Cruyff. En una situación de extrema necesidad, los azulgrana se desabrocharon la zamarra y fueron a por la eliminatoria sin miedo, con grandeza, respetuosos con su genuino estilo de juego, admirado e inconfundible, único.
ZARAGOZA 1 - BARCELONA 2
Zaragoza: César; Diogo, Piqué, Gabi Milito, Juanfran; Óscar (Aimar, m. 46), Movilla (Celades, m. 46), Zapater, D?Alessandro; Diego Milito y Sergio García (Ewerthon, m. 72). No utilizados: Miguel y Chus Herrero.
Barcelona: Jorquera; Oleguer, Thuram, Puyol; Xavi, Márquez, Iniesta; Deco (Gudjohnsen, m. 84) ; Giuly (Zambrotta, m. 73), Ronaldinho y Messi. No utilizados: Valdés, Gio y Saviola.
Goles: 0-1. M. 18. Xavi, por bajo, tras una pared con Márquez. 0-2 M. 25. Iniesta aprovecha el rechace de César en una internada de Messi. 1-2. M. 70. Piqué, remata una falta botada por Aimar.
Árbitro: Medina Cantalejo. Expulsó a D'Alesandro (m. 67) por agresión a Messi. Amonestó a Celades, Aimar, Diogo, Márquez, Messi, Sergio García y Zapater.
La Romareda. Unos 34.000 espectadores.
Necesitados, los azulgrana fueron a por la eliminatoria sin miedo, con grandeza
Pese a la expulsión de D'Alessandro, un gol de Piqué puso en dificultades al Barcelona
La mano de Eusebio influyó seguramente en la determinación de Rijkaard en el planteamiento. El segundo entrenador azulgrana disputó cien veces un encuentro como el de anoche en La Romareda y el técnico holandés se ganó finalmente el respeto de la crítica, que siempre le tuvo por un gestor más que por un estratega. A Rijkaard se le recriminaba un cierto acomodamiento y, al igual que con Robson, se le reprochaba que delegara reiteradamente en la autogestión. Anoche, en cambio, recurrió a las esencias del Barça y el equipo ofreció durante media parte una espectacular exhibición que le reconcilia con su historia.
No necesitó ni del delantero centro, ni de Eto'o, ni tampoco del intervencionismo de Ronaldinho, para ser más reconocible que nunca, señal inequívoca de su sentido de equipo por encima de las individualidades más excelsas. Así ha sido siempre cuando el Barcelona más ha gustado. La diferencia la marcan los centrocampistas, futbolistas como Xavi e Iniesta, jugadores inteligentes como Márquez, capaces de ofrecerse para romper la presión del rival, de asociarse, de darle salida al cuero. A partir de la divisoria, el Barça revolcó al Zaragoza desde que Rijkaard cantó la alineación. Algo tenía que decir el entrenador en una situación de apuro y su apuesta fue muy barcelonista. Volvió el rondo y, consecuentemente, el juego de posición, la conservación y circulación de la pelota, el efecto del pase multiplicador, el toque. El claqué azulgrana.
Afligido en la previa, cuando la baja de Eto'o deprimió al Barça, Rijkaard se plantó en La Romareda con una formación descaradamente ofensiva. El técnico pareció disponer un plan exclusivo para un partido, síntoma evidente de que la contienda no tenía retorno, prueba irrefutable de que en el bando barcelonista primaba el marcador. Nadie dudó de que el encuentro empezaba con un gol de ventaja del Zaragoza y de que el Barcelona asumía la necesidad de remontar desde que la pelota se pusiera en juego.
Los azulgrana se desplegaron a partir de tres centrales (Oleguer, Thuram y Puyol) y un medio centro capaz de mezclar con los zagueros (Márquez); abrieron el campo con dos extremos (Giuly y Messi); juntaron en la divisoria a cuantos medios había en la expedición (Xavi, Deco e Iniesta) y cedieron el protagonismo en ataque a Ronaldinho, ubicado como falso ariete. A escena salían los peloteros en una contienda en que los barcelonistas necesitaban dos goles para firmar un remonte sin precedentes. Y el Barça desequilibró el partido a partir de su manifesta superioridad en la línea media. Los delanteros exigieron mucho a los defensas del Zaragoza y los centrocampistas combinaron estupendamente y alcanzaron posiciones de remate fácilmente. Antes de llegar a la media hora, el Barcelona ya mandaba en la ronda con dos tantos de sus volantes, Xavi e Iniesta, después de que ambos recuperaran la pelota en su cancha y tiraran cuantas paredes fuera menester antes de armar el remate definitivo. La segunda línea funcionó con tanta productividad como calidad para desdicha del Zaragoza, descolocado y superado.
Jugaba el Barça con suficiencia, intensidad y velocidad. Percutía con reiteración en el área local y apenas concedía ocasiones al conjunto aragonés, presa del desconcierto, sorprendido por la afrenta de Rijkaard. El descanso concedió la palabra a Víctor Fernández. Aimar y Celades dieron más juego al Zaragoza, y la expulsión de D'Alessandro le proporcionó un punto de bravura que al Barcelona le costó mucho defender. La Copa, siempre generosa, concedía el momento de gloria al Zaragoza. El gol de Piqué en una acción a balón parado confirmó las dificultades del Barça para combatir las jugadas de estrategia y animó al equipo aragonés a confiar en darle la vuelta a la contienda. Perdió encanto el Barcelona, incluso con superioridad numérica, y la eliminatoria estuvo un buen rato en el alambre, por más que acabara con un remate al palo de Messi.
La entrega del Zaragoza fue estupenda porque no sólo dejó en fuera de juego al contrario, sino que se ganó unos cuantos remates que no encontraron el marco por muy poco. Le sobraron agallas y le faltó juego al Zaragoza para empatar y replicar al espléndido discurso inicial azulgrana. Más que la eliminatoria, el partido del Barcelona se merecía la recompensa de la victoria por bien planteado y jugado en las circunstancias más adversas. No remontaba el Barça en La Romareda desde los tiempos de Pujolet, no ganaba en cancha ajena desde noviembre y no podía Rijkaard con el Zaragoza. Hasta ayer en la bendita Copa.
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