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Reportaje:Tenis

"Somos mejores que antes"

Venus completa la vuelta de las hermanas Williams al ganar en Memphis

Hace tres meses, Venus Williams se paseaba por Madrid preocupada por que alguien le sostuviera su abrigo de diseño, porque sus sandalias no combinaban con el frío del invierno y porque ya "sólo" quería ser feliz. Llevaba dos años lesionada y apartada de las pistas. Venus, así lo admitía, venía a la capital española como cara de una promoción, más centrada en el protocolo del Ayuntamiento, en conocer al alcalde, que en jugar al tenis. O eso parecía. Porque quien se acercaba a ella, cuerpo fino y estilizado, desprovisto de los músculos que le habían convertido en número uno mundial, la escuchaba lanzar retos al aire. "Echo de menos el tenis de competición. Espero volver en enero", avisaba. "Me quedan cosas por hacer en el tenis", decía; "sólo estaré contenta si en 2007 gano el Open de Australia, seguido por Roland Garros, Wimbledon, el Open de Estados Unidos y todos los torneos que juegue". El título de Australia no fue para Venus, pero se quedó en casa: lo ganó su hermana, Serena, el mismo historial de disipación, lesiones y paso por los juzgados. A Venus le ha quedado Memphis: allí ganó en la madrugada española de ayer su primer torneo en dos años, barriendo (6-1 y 6-1) a la israelí Shahar Peer, que pasa por gran promesa. Ya se puede decir: las Williams, así en plural, han vuelto.

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"Serena y yo hemos vuelto ya varias veces y lo hemos hecho siendo tan buenas o mejores que antes", reflexionó Venus tras su victoria. "Yo", continuó la mayor de las hermanas, "intento ser mejor en cada partido que juego. Tras este torneo, sé en qué tengo que trabajar. Necesito la oportunidad de ponerme en forma y más fuerte. Jugar estos partidos no se parece en nada a los entrenamientos: se cobra su impuesto sobre el cuerpo".

La vuelta de las Williams es una noticia inmejorable para el tenis femenino. Algunas jugadoras aplaudieron en la privacidad del vestuario su declive y el final de su imperio, construido sobre su superioridad física. El público, sin embargo, asiste desde su marcha a un circuito en el que una tenista retirada como Martina Hinguis es capaz de llegar al número ocho mundial en pocos meses. Los críticos hablaban de falta de competitividad. Y no hay nadie más competitivo que las Williams, unas tenistas criadas para ganar, que viven para vencer y que ahora se sienten impulsadas por las insinuaciones de que era imposible que volvieran a protagonizar el show de las Williams, como bautizó su padre, cartel en mano para que le captaran las cámaras de televisión, la semifinal de Wimbledon que disputaron las dos en 2000.

"Antes de venir a Memphis", reconoció Venus, "pensaba que podía ganar y que no quería nada menos que eso". Las Williams siempre hicieron gala de una fe inquebrantable en sus posibilidades: "Tengo que decir que, independientemente de las circunstancias, creo en mí misma y en lo que pueda conseguir, sin importarme nada más. No tengo nada que demostrar. Creo que comprendo lo que tengo dentro de mi, mi talento, lo duro que trabajo para estar donde estoy".

Venus ya no es la misma tenista que pasó por Madrid. Quiere mejorar su ránking. Vive en permanente contacto con su padre, su madre y su hermana, Serena. Y, enfrentada con la dura realidad de la competición, ha decidido cambiar sus victoriosos objetivos madrileños de cara al público, aunque no se sabe si también en privado: "Definitivamente, mi objetivo es estar en el top 16 para Roland Garros. Tengo tres o cuatro torneos más antes de eso, así que pienso que es algo que puedo conseguir. Si sigo sana, estaré en Wimbledon".

Venus Williams, feliz con su trofeo.
Venus Williams, feliz con su trofeo.EFE

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