El Getafe frena al Sevilla

Juande Ramos se sabía la lección. Si quería llevarse el caramelo del coso de Getafe y saborear el liderato en solitario, a la espera de lo que hiciera el Barça, tendría que dinamitar el partido en sus orígenes, con el graderío haciendo todavía la digestión. Así que, desde el principio, el Sevilla zarandeó de lo lindo el castaño. Los frutos no cayeron para suerte del cuadro de Bernd Schuster, que a remolque deja de dar guerra. Eso sí, el Sevilla, por entonces colíder del campeonato, metió el miedo en el cuerpo al grupo madrileño, que sudó tinta china para contener la marea andaluza.

Primero, Poulsen cabeceó una falta que Luis García sacó de manera salvadora. La ausencia por acumulación de tarjetas de Abbondanzieri, el portero menos goleado y más requerido del torneo, permitió la titularidad del meta por primera vez en la temporada. Salvo en la Copa, claro, donde mantiene la forma. Sin embargo, el arquero suplente cumplió en un duelo en el que Luis Fabiano fue el que más le buscó las cosquillas. Luis García siempre estuvo al quite, con las puntas de las manos y con las punteras de las botas. La primera fue la mejor ocasión del brasileño, que fusiló el cuero según llegaba desde atrás, tras una gran jugada de Hinkel por el carril derecho. El rechace lo intentó aprovechar su paisano Renato, pero Luis García se multiplicó y despejó al banderín del córner. También se aplicó Alexis, que rectificó su posición y no se separó de la sombra de Luis Fabiano. La defensa del Getafe achicaba agua a las bravas, con Belenguer pateando el balón lo más lejos posible de su área.

Corría el minuto 11 y el equipo local estaba de rodillas contra la pared. Pero los de Schuster, que festejaron con sufrimiento su encuentro número cien en Primera, se asentaron conforme pasaban los minutos. Dispuestos a la aventura, hasta lanzaron, tímidamente, un par de contragolpes, la especialidad de la casa. En una de esas Sousa, que compartió con Güiza la cabeza de ataque, casi le dio el disgusto a Palop. Dragutinovic se resbaló y el delantero jerezano asistió blandito a su colega, que se llenó de balón. Le pudo la ansiedad, cosa típica en los jugadores poco habituales, y chutó con todas sus fuerzas. Centrado y al muñeco, como no podía ser de otra forma. Un ratito antes Güiza hizo un par de recortes y, escorado ante Palop, la pegó mordida.

El Sevilla no consiguió abrir brecha en el marcador y terminó en las trincheras, donde más le gusta a los de Schuster, que se crecen ante los grandes. Por algo no pasó del empate el Barça en el Coliséum Alfonso Pérez y perdieron Real Madrid y Valencia. Juande Ramos presentó un once muy novedoso, sin el sancionado Alves entre otros, tras el partido del jueves contra el Steaua en la UEFA. Una decisión polémica cuando el Getafe anda delante, muy sobrado en su hogar, donde Schuster ha construido un bloque sólido, que no pierde la calma y no suele cometer errores. Tras un comienzo de año denso, la escuadra sevillista había recuperado el vuelo contra los rumanos y contra el Atlético. Ayer perdió un buen día para agrandar su fama.

El choque se calmó tras el descanso y dio paso a la tranquilidad más absoluta. En media hora larga nadie disparó a puerta. Nadie acechaba a nadie, la pelota circulaba por los dominios de Celestini y Poulsen, alejada de las zonas de riesgo. Ni el Sevilla ni el Getafe ganaron el pulso del mediocampo, donde se cocieron los garbanzos todo el segundo tiempo.

Con semejante erial por delante, Juande Ramos mandó a la caseta a Kanouté, que no dio la impresión de ser el pichichi de la Liga, con 18 dianas. Schuster optó por Albín, cuya salida, en teoría, debía dar más ritmo a su gente, y ser un acicate al muro que el Sevilla levantó en la medular. Chevantón tampoco aportó nada a los esquemas del Sevilla, que se enredó en el ovillo, en el juego espeso y falto de chicha, que tejió en el círculo central. Los balonazos se adueñaron del cielo y dieron tranquilidad al Getafe, que respiró hondo y cerró filas. Incluso dispuso de una oportunidad inmejorable para matar el partido. Belenguer remató raso y fuerte a la salida de un saque de esquina y Palop lo detuvo pegadito a la cepa del poste.